Uno de los temas en boga en el mundo del vino son los vinos naturales, que van más allá de las uvas orgánicas, pues se elaboran con procesos artesanales y llegan a la mesa tal como vinieron al mundo; salvajes, sin filtrar, sin sulfitos ni aditivos y con la menor intervención tecnológica posible. Beberlos es aventurarse en una nueva paleta de sabores, ya que de lote a lote es difícil mantener la consistencia, pero cada vez más vinicultores y cocineros se inclinan por ellos. En México, uno de los pioneros fue Jair Téllez (Amaya, Laja), con sus Bichi Wines, y ya hay bares especializados en ellos, como Le Tachinomi Desu y Loup, a cargo del chef Joaquín Cardoso (Hotel Carlota). La carta de bebidas incluye pocas etiquetas, pero hay buenas opciones, como el Coelemu Gordo Blanco, un chileno seco, frutal y con buena acidez (192 pesos por copa) o el refrescante Pipeño rosado (120 por copa), ambos de Louis-Antoine Luyt; además de un par de mezcales, sodas y cervezas.
Para comer, el plato de quesos con miel y pan de masa madre es perfecto para compartir y va bien con una Cru Cru Pale Ale o una Colimita Páramo. También tienen un paquete disponible de 1 a 4pm, con sopa del día y a escoger una carne tártara, sándwich de burrata o sándwich banh mi, por 220 pesos. A la carta, sirven ensaladas clásicas como la César —en porción pequeña, pero con mucho tocino y aderezo— o más propositivas, como la de endivias con aderezo de tamarindo y jalapeño, una combinación que suena rara, pero que funciona