Guadalupe Nettel
Foto: Alejandra Carbajal

Entrevista con Guadalupe Nettel

Platicamos con la autora que, tras ganar el Herralde de Novela por 'Después del invierno', está a la cabeza de una nueva generación de escritores mexicanos

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Hace 10 años, Guadalupe Nettel abandonó sus estudios de doctorado en París para dedicarse a su verdadera vocación: la escritura. Con el manuscrito de su primera novela, El huésped, llegó a Barcelona, donde tocó las puertas de distintas editoriales hasta que se encontró con las oficinas de Anagrama. Sin avisarle, Jorge Herralde, dueño de la editorial, inscribió el libro al Premio Herralde de Novela, del que resultó finalista.

¿Te quedaste con un mal sabor después de tu primera participación en el premio?

Hace 10 años estaba feliz con ser aceptada en la editorial. Era como la realización de un sueño. Cuando El huésped quedó finalista yo estaba en la gloria, para nada me lamentaba por haberlo perdido. Como Después del invierno fue una obra en la que trabajé muchos años y quería que tuviera una buena plataforma, yo la inscribí.

Este tipo de premios siempre generan polémica.

Siempre hay gente inconforme que piensa que debió haber ganado otro. Que cuestionan el por qué ganaste tú o por qué dos mexicanos seguidos.

La crítica señaló que habría que seguirte los pasos desde tus inicios. Con tanto reconocimiento, cada vez te pones la vara más alta, ¿cómo haces para que esto no afecte tu escritura?

Es muy importante no pensar en qué van a decir los demás. Imaginar que es secreto y que sólo si el resultado te gusta, lo publicarás y ya verás, de otra manera, simplemente no escribes. Es como el cuento de un ciempiés que se encuentra a una araña que le pregunta cómo le hace para caminar y al tratar de explicarle sus movimientos, no puede volverlo a hacer.


¿Qué tanta edición tienen tus trabajos?

Me gusta trabajar con otros escritores. Ellos me mandan sus libros y yo les mando los míos. Nos damos consejos porque siempre la gente ve cosas que tú no ves. No me parece vergonzoso, lo importante es que el producto quede muy bien.

¿Compartiste Después del invierno con otros autores?

En este caso lo leyó un amigo cubano para ver que no estuviera hablando de alguna cosa imposible. Pero no tuvo mayor edición.

De cerca nadie es normal en tus obras, pero Claudio, el protagonista cubano de la novela, es lo más atípico que se te pudo ocurrir.
No te creas. Hay gente que la ha leído y que se identificó. Según yo, es la caricatura de un machista, misógino, misántropo y obsesivo-compulsivo. 

¿Por qué creas este tipo de personajes?
Los he ido conociendo, como que los colecciono. Claudio es una especie de canasta donde metía cosas de muchos pedazos de personas, de comportamientos, de personalidades y fui haciendo collages. Es un Frankenstein. 

En tu época de estudiante, ¿París fue igual de difícil para ti como lo es para tu protagonista Cecilia?
El solipsismo nos hace estar cada vez más aislados e internet ha exacerbado eso. En las grandes ciudades, por más que haya mucha gente, el mayor problema es la soledad y te vas contagiando. Quería reflejar eso. Los parisinos son muy agresivos, sobre todo si no hablas bien francés o tienes acento, son muy desesperados en la vida cotidiana.

Sueles ser muy autobiográfica en tus novelas, como en el caso de El cuerpo en que nací, ¿dónde más te encontramos en esta novela?
El final del libro es casi una crónica de lo que me tocó vivir en un hospital acompañando a un amigo. Describo mucho sobre cómo es la vida de los enfermos terminales y cómo es acompañar a alguien cuya situación se agrava. 

Háblame del papel de la muerte en esta novela.
Al igual que Cecilia, yo viví en un departamento frente a un cementerio y luego de la experiencia de mi amigo, necesitaba contar todo esto. No es que estuviera obsesionada con el tema, pero para colmo, el final de este libro coincidió con la enfermedad y muerte de mi papá. Fue muy difícil trabajar con eso cuando estaba viviendo algo tan duro. 

¿Dirías que es un libro de autoconocimiento?
Totalmente. Estos dos personajes viven aislados, cada uno en su mundo y cuando se conocen cada quien ve lo que puede o quiere del otro. La idea de la novela es que todos vivimos en nuestra propia burbuja y que las experiencias de dolor hacen que esta burbuja se rompa y podamos tener vínculos cercanos con los demás.

¿Eres fan de Nick Drake como Cecilia?
Me gusta mucho, y también tiene que ver con esa época del hospital.

Hace poco se publicó el ensayo Octavio Paz, las palabras en libertad. ¿De dónde viene la inquietud de escribir sobre este Nobel?
En realidad estoy cerrando ciclos. Este es un ensayo que empecé hace muchos años cuando estaba en París haciendo mi doctorado sobre cómo se modificó el concepto de libertad en su obra. Trabajé la tesis para convertirla en un libro más accesible y es lo que está saliendo ahora.

¿Qué fue lo que más te asombró descubrir de Paz durante tu investigación?
Me resultó más simpático de lo que pensaba. Me sorprendieron sus críticas positivas a los comentarios del subcomandante Marcos y cómo, poco a poco, se fue dejando enternecer por la figura del zapatista.

Después de haber escrito sobre los dos ¿Cortázar o Paz?
Siempre te habría dicho Cortázar, pero no sé. Paz es un tipo muy interesante como escritor. Tiene una obra que no es tan valorada, da mucha pereza por ser tan grande y porque abarca temas variados (algunos muy obtusos). Por eso la gente no lo conoce tanto, pero tiene libros preciosos. Ahora me quedo con los dos.

En tus columnas abordas el tema de la violencia, ¿lo harás en tus novelas?
Ya lo he hecho pero de una manera mucho más soterrada, la violencia no macro. Me interesan los temas sociales, pero para mis libros no me ha enganchado una historia así y tampoco tengo el conocimiento suficiente sobre el tema.

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