Gottfried Helnwein: el canto de la aurora

  • Arte
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
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Time Out dice

3 de 5 estrellas

Gottfried Helnwein nació en Austria en 1948. Aunque nadie quiera decirlo en alto, todos cargamos con culpas desde que llegamos al mundo. Para Helnwein nacer en Austria en 1948 fue como nacer en el desierto.

Su país estaba devastado por la guerra y nadie hablaba. El silencio, que es el peor lugar cuando tienes algún cargo de conciencia, tenía a todos paralizados. La generación de Helnwein surgió como un grupo de comerciantes nocturnos que recogen y venden chatarra, sabiendo que al final no les quedará más remedio que atacarse entre ellos y esperar resignados a morir de frío. Son niños que lo han visto todo, pero que no entienden nada. No son inocentes.

En los cuadros de Helnwein, los niños visten uniformes militares. Nos ven con lástima y también con desesperación. Tienen un secreto. Es un reclamo severo y una defensa. La obra de Helnwein, que ha pasado por la fotografía, la escultura, el video y las instalaciones, siempre congela un momento y nos abandona en él. Aquí muestra 13 pinturas hiperrealistas y casi documentales de niños o referentes infantiles (Mickey amenazante, una colegiala de animé siendo, justamente, una colegiala de animé). Pero no son fotografías, no son sólo una denuncia, también son propuesta.

Pensar que la obra de Helnwein se queda viendo el pasado como un marinero que contempla un naufragio con los pies en tierra firme, como los peores libros de historia, sería un error. Habla del presente y de la responsabilidad de los sobrevivientes. Habla de los hijos y los nietos y los bisnietos que cargan con el peso de un país y de una cultura. Esos niños son el espejo en el que nadie se quiere ver reflejado. Hay que ver las reacciones que recibieron las primeras obras de Helnwein.

Fue sorpresivo que alguien hablara así de las consecuencias de una guerra que todos preferían ignorar (también hay que decirlo, Helnwein, más que hablar, reparte martillazos).

Como una pintura que se disfraza de fotografía: tenemos que voltearnos a ver y sostener la mirada, para imaginar algo diferente. Para sobrevivir la noche y el frío. A lo mejor ese es el secreto y la promesa que guardan los niños. A lo mejor ése es El canto de la aurora.

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