Un giro estético al proceso de descomposición humano. El artista plástico Alejandro Montoya plasma el rostro de la muerte en una técnica sencilla que consiste en grafito, tinta y un papel especial llamado arches lavis fidelis; al azar y sin religión.
En la galería Helen Escobedo, en el Chopo, se exhiben 60 dibujos de rostros humanos en diferentes estados de descomposición. Te toma unos instantes, para que –a media luz– te enteres de que no son fotografías.
En una primera aproximación, la brutalidad del contenido de la obra es como un golpe. Al recorrer la muestra, la apreciación cíclica y homogénea de la obra logra su cometido: reflexionar sobre nuestro destino mientras descubrimos la belleza (aunque sea un poco) en nuestra etapa más grotesca.