Catedral Metropolitana
Foto: Alejandra Carbajal

Todo el DF en un edificio

La Catedral Metropolitana resume la historia de esta ciudad prácticamente desde la llegada de los españoles. Te contamos los secretos de este sitio

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De las 72 iglesias que hay en el Centro, la más importante es la Catedral. Eso todo el mundo lo sabe. Lo que a lo mejor no se conoce tanto es por qué. Yo pienso que se debe a su omnipresencia en todos los períodos históricos de la ciudad y acaso del país. No importa si nos referimos al nacimiento de la Nueva España, a la ciudad barroca o de la Reforma (en aquel tiempo Juan José Baz propuso demolerla): la Catedral siempre ha estado ahí. La han visitado lo mismo Hernán Cortés que Manuel Tolsá, Juan de Zumárraga que Benito Juárez, Sor Juana Inés de la Cruz que tu abuelita. Naturalmente, la Catedral se ha transformado con los siglos, de manera que la de Zumárraga lucía muy distinta a la que conoció tu abue (así también se ha transformado el país). Por otra parte, el patrimonio artístico de la Catedral es por demás valiosísimo. Por estas y otras razones, la iglesia más grande del Centro supone un orgullo para cualquier mexicano, más allá de la religión que se profese o no se profese. A continuación recomiendo cinco maneras de disfrutar nuestra Catedral con la mirada fresca. Nunca es tarde para revisitar nuestra Catedral Metropolitana, la cual solemos dar por hecho (¡mal hecho!). Sirve que la honramos por los 200 años de terminada que acaba de cumplir.

Criptas y vestigios
No basta con simplemente llegar y decir que por favor te dejen conocer esta parte oculta de la Catedral. Pero tampoco creas que se necesita un trámite horrible. Para nada. Sólo hay que escribirle al cronista de la Catedral (vegascarlos@hotmail.com) y solicitarle una visita guiada de más o menos una hora. Él apreciará una donación para la Catedral. Y te mostrará los vestigios de la civilización mexica que se preservan debajo de la iglesia, así como las criptas donde están enterrados los meros meros de la historia religiosa de esta mole que parece que se le va a caer a uno encima (pero no). Conocer las entrañas de la Catedral, construida entre 1570 y 1813, técnicamente representa un viaje en el tiempo. Y lo mejor: sin hordas de turistas a tu alrededor.

Sagrario Metropolitano
Si uno busca en Internet "daguerrotipo Catedral Metropolitana 1840" podrá ver una de las primeras imágenes captadas por una cámara oscura en nuestro país. Da escalofríos que la Catedral luzca igualita que ahora, sólo que sin el Sagrario Metropolitano. Eso es porque la imagen fue intervenida, ya que en realidad el Sagrario ha estado ahí desde el siglo XVIII gracias a Lorenzo Rodríguez. Sin embargo, hay que decirlo, no recibe la misma atención que la Catedral misma, aunque ambas formen un mismo conjunto. Hay que entrar, mirar el retablo dedicado a la Virgen de los Dolores, y asimismo admirar el barroco estípite de la fachada.

Campanario
Cerquita de la puerta derecha hay una chica que repite una y otra vez: "Conozca el campanario". Yo digo que le hagamos caso. Cuesta menos de 20 pesos y el recorrido dura más o menos una hora. Vale la pena subir y admirar el Zócalo desde las alturas, como Arturo de Córdova en esa película de Buñuel que seguramente alguno de ustedes habrá visto. Además, la historia de las campanas de esta catedral dedicada a la Asunción de María no deja de ser interesante.

Altar del Perdón
Somos unos suertudos, pues la Puerta del Perdón no se abre casi nunca, si acaso sólo cuando viene el Papa o al morir un arzobispo o cada vez que se celebra algo grande, como los 200 años de la terminación de la Catedral que se conmemora estos meses. La Puerta, entonces, permanecerá abierta hasta el ocho de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. Esto permite que la luz del día ilumine directamente el Altar del Perdón, uno de los sitios más bellos de la Catedral, casi a la par que el Altar de los Reyes. En este altar cerquita del atrio se encuentra el famoso Cristo del Veneno, ese que se puso negro por absorber el veneno que un malhechor le puso para matar a un clérigo que acostumbraba besar cada noche la figura.

Capilla de San Felipe de Jesús
Esta es una de las capillas favoritas del que escribe, como también lo es la del Señor del Buen Despacho. Ambas están en el costado Poniente de la Catedral. La de San Felipe de Jesús es muy especial por contar con la pila bautismal de este primer santo mexicano que fue crucificado ni más ni menos que en Japón. Vale la pena entrar, asomarse a las reliquias (se dicen que algunas pertenecen al santo) y apreciar las imágenes de Santa Rosa de Lima. Si se tiene tiempo, recomiendo visitar todas las capillas, son 16 y se recorren en unos, digamos, 20 minutos bien empleados.

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