El trabajo de Jorge Robelo se caracteriza por explorar a fondo la figura del círculo. Para demostrar que esta forma geométrica no se agota, el artista mexicano decidió desplazarla del plano bidimensional al tridimensional para crear un juego visual vibratorio en el que las circunferencias sobresalen del propio lienzo.
La curaduría de esta muestra no se queda atrás y también se inspira en esta singular figura: “La idea del recorrido curatorial rinde homenaje al círculo como forma ontológica de la obra de Robelo. Es por eso que uno puede empezar el recorrido por el principio o por el final de la exhibición”, explica la curadora Ana Cristina Ortego.
En la planta baja de esta galería se aprecia una serie de piezas monocromáticas, de las primeras que realizó el autor. A éstas le siguen obras donde empleó color naranja y amarillo. En el segundo piso vuelven a aparecer las composiciones con las que inició Robelo. Así es como en el trayecto queda implícita la máxima de Heráclito: “En el círculo se confunden el principio y el fin”.
Tridicromías reúne 54 piezas de quien fuera aprendiz de Gunther Gerzso y Manuel Felguérez, las cuales fueron elaboradas sobre papel utilizando compases y diversas tintas, como china y acrílica. “Son piezas con una complejidad impresionante, pues varias tienen adhesiones de papel en relieve, pero en ningún momento se rompe el ritmo y la sincronía con el dibujo del fondo. Así es la precisión matemática del artista”, asegura Ortego.
“Jorge Robelo es una persona muy geométrica y analítica. Todos los trazos los hace por coordenadas; si quitamos los marcos, podremos ver las líneas con números. Antes de empezar cualquier trazo, él ya sabe qué figura va a resultar”. ¿Quién dijo que las matemáticas y el arte no se llevan?