La Bendita Cantina

Es un acto de fe visitar una cantina en la Ciudad de México: a veces, dan ganas de rezarle a los tragos, antojitos y hasta al mismo José José, quien suele amenizar este tipo de establecimientos, sobre todo si se quiere regresar a la oficina en una pieza.

La Bendita Cantina, localizada en plena Condesa, es un edén para fumar, beber y comer. Anteriormente albergaba al Lombardi, y aunque se ha reformado en su totalidad, conserva la estrella del local: un techo retráctil. La adecuación arquitectónica deja al descubierto sus dos niveles, al mismo tiempo que enriquece la estadía del vicioso por excelencia.

A sabiendas de que la cerveza sabrá igual en cualquier barra, es recomendable refrescarse con un cantarito, homenaje al jarrito de tianguis: un levanta muertos cítrico a base de tequila y en vasija de barro. La carta, diseñada por la chef hidalguense Anayeli López Martínez es un variado festival de antojitos mexicanos provenientes de varios rincones del país, con clara referencia a sus especialidades airosas: los tradicionales pastes, los bocoles y los imperdibles sopes de nata.

Para entrar en calor y ponerse regios, hay que pedir una ronda de tequila, del que se puede elegir entre más de 35 variedades. Como acompañamiento ideal, los insectos son un gran acierto, y más si se piden a la mantequilla. Esta cantina garantiza la existencia de gusanos de maguey, escamoles y chinicuiles en todas las épocas del año.

Pero si se busca detonar una hecatombe nacionalista e impresionar a unos cuantos turistas, el molcajete es la elección. El tradicional de piedra volcánica se calienta hasta 150 grados antes de incorporar un nopal, barras de queso panela, cebollas cambray y 200 gramos de tres tipos de carne a elegir. La carne continúa su cocción en la mesa del comensal ayudada por una salsa verde que integra la sazón de parrillada en un plato. Un performance culinario que conjuga todos los sabores de nuestra tradición.