Tandem Pub

“Todo lo que necesitas en una Guinness” dice un cartel frente a una de las mesas de madera oscura de este pub, localizado en una esquina cada vez menos recóndita de la Cuauhtémoc, que proclama ser del mismo calibre y estilo que los bares callejeros y sencillos que abundan en Liverpool, Chelsea, Sheffield, o cualquier ciudad de la noble Inglaterra.

Una public house casi auténtica (muy distinta a aquellos establecimientos que usan en sus nombres referencias a duendes, tréboles o reyes) se distingue de un bar o de una cantina por la importancia que le dan a la cerveza de la casa, que se sirve de grifo, y porque los pagos por consumo se realizan directo en la barra. Al final, un pub es una especie de tienda de conveniencia, pero de chela y botanas.

Sin embargo, en Tandem no hay una gran variedad de maltas. No encontrarás cervezas artesanales ni tragos complejos. Aquí se viene a beber cerveza común y corriente, una Guinness cumplidora, tal y como lo hacen los ajetreados trabajadores de Londres después de una extenuante jornada de trabajo.

Mientras retumban canciones de grupos ingleses ochenteros en este espacio oscuro, pero no lúgubre, afuera la lluvia cae a raudales, lo que le da un toque extra de autenticidad británica a Tandem. El toque se pierde cuando pedimos la botana: unos nachos con arrachera. Presentados de manera descuidada, a primera vista pasan por una botana de bar cualquiera, sin chiste alguno.

Pero la arrachera está suave y jugosa, y el queso derretido se mezcla con el sabor profundo de la stout de una manera que reconforta el alma. Acabas por entender por qué el Tandem ha durado tanto tiempo.

Más tarde, el ambiente progresa y se anima: se vuelve festivo, como después de una victoria futbolera.

La gente no viene aquí a experimentar con tragos ingeniosos, pues la bebida no es la verdadera protagonista, o a ver y ser visto (no necesariamente). No: es un sitio para charlar y relajarse, para dejar que pase el tiempo y, sobre todo, para los anglófilos que sueñan con ir o regresar a Londres.