Obediencia perfecta
Foto: Cortesía Prensa DannaDe izquierda a derecha: Luis Urquiza, Sebastián Aguirre y Juan Manuel Bernal

Los autores de Obediencia perfecta

Entrevista con Luis Urquiza y Sebastián Aguirre, director y protagonista

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Previo al estreno de Obediencia perfecta, metimos al confesionario a quienes estuvieron enfrente y detrás de las cámaras en esta nueva producción, una película inspirada en la obra de Ernesto Alcocer y en un hecho lacerante que involucra a la sociedad y la religión.

¿Qué te llamó la atención del texto de Alcocer para hacerlo tu ópera prima?
Luis:
En ese momento estaba subiendo el escándalo de Maciel y los Legionarios de Cristo. Ya teníamos siete años de escándalo y había toda una campaña de los Legionarios y de la gente de poder para ocultar ese hecho. Lo sabían pero lo estaban ocultando. Me parecía interesante como estaba contada la historia de Ernesto, que se metía en la mente del pederasta y del niño.

Su trabajo se llama Perversidad, es una historia perversa, y cuando yo toqué eso, dije: esto es Maciel, esto es los Legionarios de Cristo, esto es la estructura del poder que esconde al criminal y lo va cambiando. Por eso estos criminales se desarrollan y crecen de una manera libre, como un gran árbol se van metiendo en el hueso de la Iglesia y hacen esto por años, por siglos.

¿Cómo fue el proceso de escribir la historia?
Luis:
En el cine tenemos varios pasos a seguir, uno de ellos es documentarte, y luego la materia prima que es el guión hacerla potente, consistente, donde todo el mundo entienda qué historia quieres contar. Así empezó esta aventura que ahora es Obediencia perfecta. La gente, la familia, podrá ir y ver un cine inteligente, un cine de reflexión.

¿Cómo se realizó la selección de actores?
Sebastián:
Yo tenía 12 años cuando empezó el proceso. Duró dos años el casting. Hubo un taller para asignar personajes a los 30 niños que ya estaban seleccionados para la película. Después hicimos un retiro en un seminario y Luis nos explicó las reglas de ese lugar, porque él vivió así de los 12 a los 20 años. Estuvimos allí una semana.

¿Cuál fue el mayor reto para personificar a Sacramento, el niño protagonista?
Sebastián:
Primero, yo creo que fue el tema de la película y lo que implicaba ser Sacramento. Pero desde un principio lo platiqué con mis papás y hablamos del caso de Maciel y de otros. Establecimos con Luis una gran diferencia entre lo que iba a ser el personaje y Sebastián, que no se ligaran de ninguna forma. El tema se trató con mucha sensibilidad y con mucho cuidado. Entonces, lo disfruté mucho.

¿Y el trabajo con Juan Manuel Bernal?

Sebastián:
En general con el equipo establecimos mucha confianza, porque se necesita bastante para hablar de este tema. Yo confié en Luis y Juan Manuel, y gracias a eso yo creo que pudimos llegar al resultado que tenemos. Estoy muy orgulloso.

El esfuerzo actoral y la fotografía crean una atmósfera muy natural, ¿así lo pensaste desde el inicio?

Luis:
La verdad me salió de chiripa... No, no es cierto (risas). Cada elemento, cada persona pone su creatividad al servicio de la película. Al final hicieron un gran trabajo los actores, Ernesto en el texto inicial, la producción creativa de Lourdes García... La cadena tiene que ser perfecta como un reloj, y creo que lo logramos, todos concentrados en hacer una película increíble, en contar una historia donde lo que nos interesaba era que no hubiera más niños sufriendo abusos.

México es el segundo país en turismo sexual. El futuro de nuestros hijos está violentado. Nuestro país está hecho una porquería, y es por esa educación bofa y sosa que estamos como estamos. Que la gente prefiera meterse al narco en lugar de trabajar. Que, como gobierno y como sociedad, no les demos oportunidad a los jóvenes. Hay una gran angustia de qué va a pasar con el país. La gente quiere opciones.

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