Hay dos cosas por las que podemos ponernos de pésimo humor: No estar haciendo lo que queremos o estar haciendo algo que no queremos.
Y peor cuando tenemos hambre.
Estar en un grupo es algo complicado porque a fin de cuentas, es una democracia, y más cuando se trata de decidir dónde vamos a comer. Nos consideramos a nosotros mismos como Gastronautas... Tenemos la fortuna de viajar por todos lados para tocar, y obvio, para comer. A cada ciudad que vamos ya tenemos nuestro lugarcito de confianza, y si no es así, le preguntamos a los choferes de las camionetas, a los taxistas o las personas que se nos acercan a pedir una foto o un autógrafo.
Lo primero que les decimos es que no queremos un lugar fancy, lo que nos interesa es que esté rico y que sea lo menos turístico posible... "¿A dónde irían a comer con su familia o con sus amigos?" Así hemos conocido muchos y muy buenos lugares.
Yo, además de Gastronauta, me considero un Taconnoisseur. Sí. Suena pretencioso, altanero. Lo siento. Es lo que soy y no lo voy a negar.
Este título me ha librado de muchos corajes. En esta democracia que les platicaba siempre hay voces encontradas. Todos están hambrientos, todos están de malas después de un viaje muy largo. Cada quien quiere ir a comer a lugar distinto. Si uno sugiere tacos la respuesta siempre va a ser: "A esos podemos ir después del concierto... En la noche."
El Taconnoisseur espera. El Taconnoisseur sabe su juego. El Taconnoisseur acabará saliéndose con la suya. Comerá y cenará tacos. No importa a dónde vaya.
Por primera vez comparto con el público en general esos lugares que son conocidos por cualquier otra cosa, menos por sus tacos. Los Taconnoisseurs siempre obtendremos lo que queremos: TACOS.