Calle de la Mujer Herrada

Ocurrió entre 1679 y 1680 en la que era conocida como la Casa del Pujavante, por la herramienta de herrero esculpida en la puerta. En ese lugar habitaba y despachaba un herrero, amigo y confidente de un clérigo que pese a su voto de castidad vivía en pecado con una mujer.

Una noche, cuando el herrero dormía, escuchó llamar a la puerta con golpes descomunales. Eran dos hombres negros que le llevaban una mula y un recado del sacerdote. Éste le pedía herrar al animal porque debía salir muy temprano al santuario de la Virgen de Guadalupe.

Luego de reconocer la montura de su compadre, y fastidiado por la hora del encargo, clavó las herraduras de mala gana. Al día siguiente acudió a casa del religioso para saber más de su urgencia.

El herrero reclamó a su amigo que seguía en cama, mientras él se apuraba para terminar su encargo, pero ambos se sorprendieron cuando el religioso negó haberle pedido tal favor. Momentos después, cuando quiso compartir la anécdota a su pareja, la encontró en cama inmóvil. Había muerto.

Presentes los dos hombres en la habitación, se horrorizaron cuando descubrieron en los pies y manos de la mujer los clavos que el herrero había puesto en las pezuñas de la mula. Lo tomaron como un castigo divino y guardaron el secreto.