Sorprende de tan sencillo que es. Hay de tres: brochetas de camarón, tacos de camarón o de chapulines. Punto. Las brochetas son las clásicas "envarazadas" de Tepoztlán, servidas en una vara de madera en la que los camarones son asados al carbón tras ser marinados con las salsas secretas de la casa. El primer bocado sabe a una noche de campamento en la playa, con la madera de la fogata crujiendo y el olor de los camarones humeantes. Una mordida es relajación instantánea.
Para acompañarlos ofrecen pulques de Tepoztlán (curados por el mismísimo don Rosendo) y micheladas. La trilogía de opciones va así: la normal, la tepoztlán (con chamoy, chile y tamarindo) y la que tiene clamato.
El lugar sigue la máxima de “keep it simple” hasta la decoración. Una barra de madera recorre el perímetro interior, pasando por dos paredes de mosaicos de cerámica, hasta llegar a la parrilla. Luego, un par de mesas en la banqueta, donde se antoja ir a crudear una tarde y recuperarse con unas micheladas y el inigualable sabor de lo simple.