Suecia no sólo ha traído al mundo joyas como IKEA, H&M y ABBA, sino que también ha izado su bandera en la Roma con FIKA, café que confirma (además de su amor por las mayúsculas) que les gusta producir buenas experiencias.
La palabra sueca "fika" es toda una institución social: es el acto de tomarse un café acompañado de un bocadillo y una plática interesante entre amigos. Es un hábito muy importante en la vida cotidiana y laboral de los suecos, durante el que se detiene el tiempo. Algo así como "echar el chal" para los paisanos.
Como la unión de lo mejor entre México y Suecia, el café es de este lado del charco, traído desde Oaxaca. Las opciones son los tradicionales términos italianos, pero al parecer eso no es suficiente en el norte, por lo que crearon el café sueco: uno de los más intensos americanos que he probado, que consiente al paladar al final con un dulce sabor. Por otro lado, el espresso es la versión mini con el triple de acidez regular y el chocochai sólo diluye el sabor del chocolate con un ligerísimo acento a cardamomo.
Una de las recomendaciones principales de la casa es el köttbullesmörgas. Es un sándwich de albóndigas con ajo y perejil, con un aderezo de arándano que mancha estratégicamente el plato para limpiarlo al final con un pedazo de pan. En general, la panadería sorprende con recetas, si bien no 100% tradicionales, al menos traídas desde Suecia por las socias del local. Algunos ejemplos son el panqué de cardamomo y los roles de canela, que cautivan el sentido del olfato y el gusto, sobre todo si acaban de salir del horno. Aun siendo Suecia uno de los países más seguros del mundo, si así son todos los bocadillos en el país, debe ser difícil mantener un índice bajo de robos de lunch.
Quizás el sentido de la vista es el único con el que FIKA no coquetea tanto. Más allá de la estética, un lugar acogedor hubiera completado perfectamente la experiencia.