Fernando Bonilla
Foto: Alejandra Carbajal

Entrevista a Fernando Bonilla

El director de Los Ingrávidos platicó con nosotros al respecto de esta puesta en escena basada en el libro de Valeria Luiselli

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En la apuesta teatral de Fernando Bonilla conservó el nombre original del texto de Valeria Luiselli, Los Ingrávidos, pero suprimió paisajes y condensó todos los personajes en tres actores estrella: Joaquín Cossío, Haydée Boetto y Cassandra Ciangherotti.

¿Es la fascinación por Gilberto Owen el punto de partida para el montaje de Los Ingrávidos?
El punto de partida es mi fascinación por la novela. En 2011 Valeria Luiselli me llamó por teléfono para invitarme a dramatizar unas escenas del libro en su presentación. Yo andaba tapado de trabajo y acepté apresuradamente, sin imaginar la potencia dramática que tenía esta historia. Salí revolucionado de la presentación, elucubrando la hipotética versión teatral.

¿Cómo es Gilberto Owen y el ámbito literario mexicano de esa época?
El que aparece en escena no es Gilberto Owen, es un personaje creado por la narradora de la historia, una interpretación de ciertos vestigios biográficos y poéticos de Owen. La característica esencial de la vida y poesía de Owen para Los Ingrávidos, el motor dramático, es el eterno sentido errante de este hombre, su profunda aversión a pertenecer a un grupo y, derivado de todo esto, su autocondena al desamor y a la nostalgia.

¿Tienes una inquietud particular por ir hacia el pasado, por evocar a los fantasmas teatrales?
En el teatro uno no inventa nada, evoca, interpreta y representa, en el sentido más profundo de la palabra. Toda obra de arte conserva un espíritu fantasmagórico, pues es un desdoblamiento de un acontecimiento original en la vida o mente del autor. Desde mi punto de vista, en el teatro los "fantasmas" son más acentuados por la absoluta condición efímera del arte escénico.

¿Qué de tu obra permanece inalterable en la novela y qué le aporta?

Mi versión es una materialización de la historia que yo leí, definitivamente distinta a las infinitas interpretaciones de otros lectores. La versión teatral agudiza el concepto "ingrávido" de la novela, al resolverse sólo con tres actores que dibujan y desdibujan múltiples personajes, las escenas se crean de la nada a vistas del espectador. Esta ambiciosa apuesta jamás habría existido sin la generosidad de Valeria Luiselli, quien tuvo la paciencia de leer y escuchar cada una de mis incisivas inquietudes. Descabecé unos personajes, otros los fusioné. Ella opinó oportunamente y me brindó el beneficio de la duda. El resultado ha sido muy satisfactorio.

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