Hablar de Mentiras el musical, es hablar -nos guste o no- de todo un referente para el teatro musical en México. Y es que, - otra vez- nos guste o no, Mentiras no sólo cambió sino que refrescó una escena que estaba aburrida de los musicales de franquicia y cansada de los malos intentos de musicales originales.
Y aunque Mentiras no es como tal un musical original, su originalidad radica en su propuesta, pues José Manuel López Velarde autor y director del musical ideó un concepto en el que todo converge: la música, la historia, los chistes locales que lo hacían cercano a su público. De hecho, se convirtió en un icono de la comunidad gay, se metió en lo que escuchábamos en la radio y prácticamente puso a los 80s a la moda. Es decir, estábamos ante todo un fenómeno
La re imaginación de un clásico
Pleitos más, pleitos menos, Mentiras decidió terminar su ciclo de 12 años con Mejor Teatro y Morris Gilbert, para ser reconceptualizado por magnates del entretenimiento como Bobo Producciones y Alex Gou, sumados con La Teatrería (espacio del mismo Velarde en asociación con su esposo Oscar Carnicero).
Volver a hacer un éxito como este, parece sencillo, pero no está fácil. Y es que re imaginar una puesta en escena resulta un reto, pero aunque la mente de Velarde la tiene todo muy claro, un concepto como el de las muñecas Barbies ochenteras resulta tan grande y rebuscado, que se vuelve algo tan complejo y complicado, que hace que su densidad le gane al desarrollo.
¿Cuál es el resultado?
Porque, aunque visualmente es espectacular: las luces de Pablo Gutiérrez son una cosa delirante, y el movimiento escénico y coreográfico a cargo de Pablo Rodríguez son el verdadero espectáculo, es esa misma espectacularidad la que le hace perder fuerza al montaje.
El resultado de la nueva Mentiras el musical es uno muy diferente a su original, y se agradece. Pero sus nuevas decisiones no son lo suficientemente fuertes para impactar ni lo suficientemente autorreferencial para disfrutarla desde la nostalgia, está digamos a la mitad. Y es que, al colocarla en un formato más grande, le da una cualidad muy parecida a la de un plato que luce increíble pero al que le faltó sal.
Los cambios y nuevas cosas son lindas, pero no lo suficientemente relevantes para tener que existir, aunque el cambio al final del personaje de Emmanuel es un gran acierto. Por último, destaca el desempeño de María Elisa Gallegos, con una ejecución de su voz impactante pese a los cursis arreglos vocales, y el trabajo de Brenda Santabalbina quien, gracias a su bien diseñado personaje, logra construir realmente un arco que nos compromete con la ficción, pese a lo pesado de su energía escénica.
Recomendación. José el soñador.
