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“¿Sabías que algunos pájaros tienen una sola pareja para toda su vida? Lo bueno que no venimos de las aves”, dice Nadia (Camila Selser) a Mateo (Pedro de Tavira) mientras reposan en la cama, luego de tener relaciones sexuales. Los amantes sonríen con la frase porque son cómplices y protagonistas en una relación prohibida: ella tiene novio, Tomás (Juan Pablo Campa) y éste es hermano de Mateo.
Este romance inusual es lo que desarrolla la cineasta mexicana Jimena Montemayor en su ópera prima, En la sangre. Con el guión, del que también Montemayor es autora, es evidente hacia dónde tiene la vista la directora: mostrar la ligereza de la juventud contemporánea y la falta de cuidado hacia el otro.
Pese a tener los objetivos claros, hay aspectos que no le funciona a la joven realizadora, como la dirección de actores. Desperdicia el talento de Selser (Soy tu fan), de Pedro de Tavira (Cantinflas) y Juan Pablo Campa (con un rol muy parecido al que tuvo en LuTo) al tener desatino en la dirección de actores; los diálogos no tienen fluidez y la mayor parte del tiempo los actores lucen sin alguna expresión, apenas unas miradas y ligeras sonrisas son la pista para sugerir al público que hay entusiasmo, enojo o enamoramiento entre los personajes.
El ritmo de la cinta tampoco ayuda, sus diálogos son lentos y escasos en comparación con la cantidad de situaciones que les ocurren al trío y que deberían soportar sus acciones y decisiones. Pese a eso hay elementos rescatables de En la sangre, y en las que coincide con otras cintas mexicanas de romance desalentador que en últimos años se han hecho (LuTo, por ejemplo), como su fotografía, el retrato de la vida íntima y la manera en la que Montemayor nos sorprende con secuencias inesperadas.