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La comedia raramente viaja de forma correcta de una cultura a otra, pero desde el primer vistazo de esta sátira –que resalta los instintos humanos más básicos– es obvio que el joven director y guionista Damián Szifron encontró la forma de crear situaciones universales.
El sketch de apertura –que trata sobre una situación totalmente improbable– demuestra no sólo el gusto por la comedia negra de Szifron, sino su estrategia preferida: combinar el exceso de las pasiones humanas con una lógica ineludible.
El sketch más gracioso de toda la cinta es, probablemente, el que narra un motín excesivamente alargado. El más incómodo, políticamente hablando, es el que muestra el estudio de la corrupción en la gente adinerada y en bancarrota.
Szifron hace un juego en el que hila la condición ridícula de la humanidad frente a situaciones inverosímiles. Además, sus sketches tienen una carga psicológica fuerte. Hablan sobre la moral moderna de Argentina y, por supuesto, de todo el mundo.