Javier Peláez. Narciso

Pocos artistas contemporáneos se atreverían a pintar flores actualmente. El tema ha sido uno de lo más explorados en la historia del arte; ya muchos lo han hecho extraordinariamente bien, hasta volverse icónicas (los girasoles de Van Gogh o los nenúfares de Monet) y, por otro lado, se arriesgan a caer en la mala pintura, incluso lo kitsch.

“Están súper estigmatizadas, tienen un peso histórico enorme y hay muchos prejuicios alrededor de ellas, desde el 'mi tía que pinta flores' o el 'tienen que ver con la sexualidad'. Pero me generó una ‘comezón’. Hay algo muy interesante en esto, que te lleva a asumirte como pintor”, dice Javier Pélaez, quien presenta una muestra de óleos de precisión técnica y buen manejo del color.

La muestra evidencia una investigación profunda de las contradicciones que genera el tema: la tensión entre lo natural y lo artificial, lo bello y lo feo, lo real y lo onírico; al final, la vida y la muerte. Las flores son como espejos donde cada quien debe hacer el ejercicio de contemplar y proyectar sus propios cuestionamientos.