El mundo de cabeza. La máquina de una juventud que se decide entre el oficialismo revolucionario que acoge a artistas como Diego Rivera o David Alfaro Siqueiros, y el cinismo comprometido con los estridentistas.
Esta es una muestra de alrededor de 100 obras en la que conviven las artes plásticas y la poesía que se escribió en un país en guerra, que se modernizaba tras la lucha armada.
Realizada en colaboración con la Unidad de Posgrado en Historia del Arte de la UNAM, este proyecto es un documento de primer orden que muestra la obra plástica menos conocida de artistas como el propio Diego Rivera o Carlos Mérida; así como poesía, principalmente estridentista, con Manuel Maples Arce a la cabeza.
Había una distancia y distinción entre la literatura y la plástica en esos años. Sin embargo, el hilo conductor es la experimentación de un periodo fértil en artistas atentos a las vanguardias europeas.
Así, notamos la presencia de Francis Picabia o Miró en Mérida, admiramos dibujantes portentosos como Miguel Covarrubias, quien en los veinte colaboraba para Vanity Fair.
A lo largo de la exposición pueden leerse en los muros fragmentos de autores como Xavier Villaurrutia o Jaime Torres Bodet. Sobresalen los estridentistas y una sala curada para Troka, de Germán List Arzubide, personaje de 1932 cuyos cuentos fueron musicalizados por Silvestre Revueltas (1933) e ilustrados por Julio Prieto, para una antología en inglés publicada en 1939.
Arcoiris psicodélicos del Dr. Atl, ediciones de libros y revistas que pueden hojearse en tablets o diseños de vanguardia de Francisco Eppens para Correos de México, son parte de una muestra que transpira la consigna “Muera el cura Hidalgo”. Sí, hubo una época dorada del arte mexicano.