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El placer absoluto no da la felicidad. Al contrario, nos hace preguntarnos si es posible llevar una vida normal cuando hemos probado un éxtasis que no es de este mundo. Nos condena, pues, a la eterna insatisfacción, a la muerte en vida. El monstruo tentacular de 'La región salvaje', que se alimenta de dar placer a sus víctimas para luego destruirlas cuando se cansa, es, pues, el espejo de una sociedad desafectada, fría y traidora, que Amat Escalante retrata con la mirada clínica que lo caracteriza, a partir de una historia de almas perdidas, solitarias o enamoradas de la persona equivocada, que nos da una visión insólita del México contemporáneo.
No estamos tan lejos de 'Los bastardos' y 'Heli', películas que parecían dirigidas por un Michael Haneke que hubiera visitado demasiadas veces Ciudad Juárez. La singularidad de 'La región salvaje' es hacer rimar la crueldad hiperrealista de las primeras películas de Escalante con la ciencia-ficción de espíritu alegórico con perturbadores efectos sobre el espectador: lo que más impacta es que el cineasta mexicano no margina el monstruo al fuera de campo sino que se atreve a mostrarlo en acción para desafiar nuestra imaginación, con una impertinencia digna del Cronenberg de 'Vienen de dentro de ...' o 'La mosca'. Aviso para paladares sensibles: la escena de una orgía de animales en medio de un bosque hace pequeño 'El caos reina' del 'Anticristo' de Lars von Trier.