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Después de 'Stoker', decepcionante debut del realizador coreano Park Chan-Wook en el cine norteamericano, el 'remake' de una de sus películas más populares –pero no la mejor: recordamos el extraordinario díptico formado por 'Sympathy for Mr.Vengeance' y 'Sympathy for Lady Vengeance'– no se ha hecho esperar. El original 'Oldboy' (2003), adaptación de un manga de los japoneses Garon Tsuchiya y Nobuaki Minegishi, estaba destinado en un principio a ser una superproducción dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Will Smith, pero después de diversas consideraciones de índole comercial, fue a parar a manos de Spike Lee en calidad de film independiente.
Como en el film original, el Oldboy made in USA gira alrededor de un hombre –Josh Brolin, aquí llamado Joe– que se despierta después de una borrachera y se encuentra preso en lo que parece una habitación de hotel de mala muerte, sin ventanas, alimentado a través de un agujero que hay en una puerta cerrada con llave. Aislado del mundo durante 20 años, Joe tiene tiempo de tramar su venganza… Los fans de los aspectos más espectaculares y triviales del film de Park Chan-Wook estarán encantados al comprobar que Spike Lee ha mantenido la inolvidable escena de la lucha en el pasillo, rodada en plano fijo con una cámara que va siguiendo a los luchadores. Aquí, el estilo Lee es más naturalista, menos formal.
Por otro lado, algunas de las alteraciones argumentales son una mejora. Lee y su guionista, Mark Protosevic, han intentado, por ejemplo, rebajar el tono psicológicamente falso, o quizá demasiado opaco para mentalidades occidentales, del 'Oldboy' del 2003. Pero este nuevo 'Oldboy' conserva las pinceladas dostoievskianas entorno a la desesperación y redención. Los feos secretos que, a la larga, salen a la luz, y donde están implicados Joe y sus torturadores, poseen una nitidez en las motivaciones de los personajes que ayudan a hacer digerible tan delirante historia.
Por descontado, Spike Lee no tiene la sombría sofisticación visual de Park Chan-Wook, su retorcido sentido del humor. Por suerte, a fin de dignificar su película, el realizador afroamericano tiene a su disposición el talento de un Josh Brolin en estado de gracia que convierte el film en un (simple) thriller inusualmente áspero.