Sin amor

Hay películas con los techos bajos, que te aplastan bajo un alud de barro y te ahoga con una almohada de cobre. Así es 'Sin amor', un film que impone su mandato nihilista sobre la condición humana sin hacer concesiones.

Aprovechando la estructura de un thriller procedimental, que hace de la desaparición del hijo de un matrimonio en estado de demolición su pretexto argumental, el director Andrei Zvyagintsev (también dirigió y coescribió 'Leviatán') pone sobre la mesa los males endémicos de la sociedad rusa: la falta de empatía, la hipocresía, el egoísmo, el fracaso de las instituciones... La sutileza no es su fuerte: por mucho que para hacer cualquier crítica al régimen de Putin haya que ir con pies de plomo, el subtexto de 'Sin amor' está a punto de estallarte en los morros.

En este mundo donde los afectos siempre parecen enterrados bajo un palmo de nieve, Zvyagintsev se mueve con una elegancia deslumbrante, tejiendo una implacable red de reproches y frustraciones, como si la cámara quisiera olvidar lo que ha dejado atrás pero no pudiera evitar volver sobre sus pasos. Los personajes de 'Sin amor' quieren rehacer su vida ignorando la ignominia de su pasado, pero siempre tropiezan con la misma piedra: Rusia, sí, es una película de terror que nos estremece.