El artista y su imaginación; la realidad y la fantasía son parte del concepto central de esta obra, compleja como la naturaleza humana. La angustia, la alegría, el vértigo, la adrenalina y el terror envuelven a la audiencia en un espectáculo que utiliza como elementos escenográficos el agua y la luz.
Inmersos en espectaculares artes circenses, los miembros de la compañía Ojalá crean monstruos para luego liberarse en la escena de ellos. Las maravillas que crean después se convertirán en las más espantosas visiones.
El hombre vertiente llega desde Argentina para irrumpir en la cartelera y hacer énfasis en que la fuerza de la fantasía puede llegar a ser más peligrosa que la potencia del agua y más vertiginosa que caer del cielo en picada. Ante tanto caos, la obra lanza veladamente una pregunta: ¿cómo sobrevivimos todos los días a nosotros mismos?
El innovador director Pichón Baldinu nos regala en esta puesta un fragmento de su concepción del hombre. Basta decir que su mente alocada llevó a escena La tirolesa, en un rascacielos de la Ciudad de México en 1990, 14 años después le dio vida a la obra Ojalá, de la mano de Gabriella Baldini. Pichón también trabajó como coreógrafo aéreo en Tarzán, el musical de Disney, junto con el aclamado coreógrafo Sergio Trujillo, quien colabora en Broadway y tiene en su casa un Premio Tony.
Con las enérgicas actuaciones de María Eugenia Kochian, Leonardo Kreimer, Ignacio De Santis y todo un crew actoral, Pichón establece un "desorden" en algo que raramente tiene orden en la mente de un artista: su imaginación y su creatividad.