Tina es una niña mexicana que debe enfrentar con su padre y madre el proceso de migración. Sin embargo, ella no quiere dejar su pueblo, ni su río, y menos a sus muertos; entonces, con la intención de que la sigan, decide dejar un caminito con flores de cempasúchil e iluminar así el camino a sus ancestros. Esta historia de Bertha Hiriart es llevada a escena bajo una característica muy particular: las máscaras. Junto con su compañía Laboratorio de la Máscara, la directora Alicia Martínez Álvarez ha explorado esta técnica hasta encontrar su propia poética: personajes arquetípicos que se desplazan por la escena creando imágenes cuya belleza toca de inmediato al espectador y lo vincula con la realidad social.
Después de un viaje lleno de peligros, Tina y sus padres cruzan al otro lado. ¿Los seguirán sus ancestros hasta ahí? Esta obra tuvo una temporada en el Centro Cultural Latino de Dallas, Texas, donde fue distinguida por la Theater Jones Review como una de las 10 mejores obras de 2011, y es que el entrenamiento físico y vocal de los actores en torno a la máscara es asombrosamente detallado; tanto, que arranca al espectador un emotivo aplauso. Martínez se complementa con Felipe Horta en la creación de las máscaras, pero también con un experimentado equipo creativo como lo es Jorge Kuri en la iluminación, Adriana Olivera y Marte Synnevaag en el diseño de vestuario; y música original del fallecido Eugenio Toussaint, a quien tanto extrañamos. Un deleite visual que sensibiliza a nuestros niños y jóvenes en torno a los temas que desgarran nuestra época.