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Chicuarotes

  • Cine
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Chicuarontes, la segunda película de Gael García
Foto: Cortesía Icunacury Acosta
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Time Out dice

3 de 5 estrellas

Una desconcertante mexicanidad que ni siquiera lucha por parecer ficción; todo puede suceder y estar presente en la contemporáneamente llamada CDMX. Gael García Bernal regresa a la dirección con su segundo largometraje, Chicuarotes, cuyos matices escarban en un campo ya explorado: la alborotada situación social del país.

Presenciamos el futuro incierto de dos jóvenes habitantes de San Gregorio Atlapulco, pueblo originario de Xochimilco y donde se le dice chicuarote a una persona necia. Ambos resguardados bajo sus apodos, están “Cagalera” (Benny Emmanuel tan imprudente como solo un adolescente se sabe), y “Moloteco” (Gabriel Carbajal debutando en los zapatos de un chico retraído). Viven una violenta cotidianidad que los ha orillado hasta asalto en mano, y la solución para desprenderse es comprar una plaza en el sindicato de electricistas.

Entre confrontaciones crudas y emocionales, aparece Dolores Heredia como madre de “Cagalera” y víctima de un esposo que no ve más allá de la botella en su mano (Enoc Leaño). Los dos protagonistas pubertos penden sobre un hilo de gran tensión e ironía, lo único que quieren es conseguir  dinero “para largarse del pueblo”; y entre esas intenciones está también la de escaparse con Sugehili, enternecedora y audaz, interpretada por Leidi Gutiérrez (Las Elegidas) en una grata promesa actoral.

Chicuarotes es, además, un reflejo pasivo-agresivo de cualquier persona aturdida por sus propios dilemas: interrogantes entre valores familiares y personales, sentimientos del cerebro y el corazón, impulso contra racionamiento. Gael trae un drama corrompido por rabia y desconsuelo, poniendo en mesa un juego que nos hace pensar sobre la afortunada, o desafortunada, capacidad de elegir nuestro camino.

Escrito por
Regina Barberena
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