El abrazo de la serpiente

Un Chullachaqui es un cascarón de hombre; un vagabundo sin recuerdos, en el tiempo sin tiempo. En eso se convirtió Karamatake, el último sobreviviente de un pueblo amazónico que decidió aislarse en la selva. Y cuyos recuerdos empiezan a desestancarse cuando Evan (Brionne Davis), etnobotánico estadounidense, acude a su ayuda para encontrar la yakruna, una planta sagrada. ¿Es este viaje otra oportunidad de los dioses para que el chamán logre lo que de joven no pudo, cuando fue guía de otro explorador?

Con El abrazo de la serpiente, el director colombiano Ciro Guerra hizo un épico homenaje a los pueblos amazónicos, cuya cultura se perdió entre la evangelización de los conquistadores y la explotación de caucho en donde solía ser su hogar. No es la típica película con mirada unilateral sobre estos hechos sino una con perspectiva ecológica, antropológica, espiritual y científica. Estos elementos sumados a los aspectos técnicos le valieron ser el único film latinoamericano nominado a mejor película extranjera en los Oscar 2016.

Si la audiencia puede sentir la película como un abrazo es gracias a la veracidad con la que los actores interpretan a sus personajes, como Antonio Bolivar el viejo Karamatake que atrapa con esa mezcla de melancolía, conocimiento ancestral y orgullo que porta. También influyen las escenas con paisajes naturales, filmadas en blanco y negro envuelven a la audiencia en una sombra, la cual sigue a los protagonistas en una espiral donde presente, pasado y futuro se mezclan.

Ciro Guerra invirtió cinco años en su realizacion, de los cuales dos fueron en la elaboración del guion -basado en los diarios de los exploradores Richard Evans Schultes y Theodor Koch-Grünberg.

Ganadora en 2015 del premio CIACE en Cannes y el Premio Iberoamericano de Cine Fénix, a mejor diseño sonoro, El abrazo de la serpiente es una aventura amazónica que cautiva. No es un simple cuento, es un viaje fílmico a la mitología y simbolismo prehispánico que nos (re)conecta a nuestro origen.