El extraño del lago

El director y guionista francés Alain Guiraudie llega a la ciudad junto con su obra, con el apodo de “el nuevo rockstar de los festivales de cine” a cuestas. En gran medida gracias a su polémico largometraje, una afortunada mezcla entre thriller hitchcockiano, drama artsploitation y la irreverencia de Bruce LaBruce. Sus escenas más o menos explícitas provocarán que aquellos que se escandalizaron con La vida de Adèle piensen en salirse de la sala.

En medio del verano en un paraje boscoso, la quietud de un frecuentado cruising spot (en el argot gay, un espacio público que sirve de punto de encuentro semiclandestino para el ligue y el sexo ocasional anónimo), se trastoca cuando ocurre un misterioso asesinato, que comienza a ser investigado con premura por un viejo detective.

Franck (Pierre Deladonchamps), un joven que asiste todos los días al lugar, resulta ser el único testigo presencial del crimen y sabe que el responsable es Michel (Christophe Paou), un atractivo hombre maduro por el que siente una rara fascinación. La película no se centra tanto en descubrir la identidad del culpable, sino en cómo la personalidad de Michel logra despertar el deseo en Franck.

Con El extraño del lago el realizador galo nos ofrece una notable y detallada descripción del universo homosexual más hedonista, con sus usos y costumbres, a la par que propone una interesante reflexión acerca de la vacuidad en las sociedades occidentales.