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Para ver una película del documentalista veterano Frederick Wiseman, hay que saber un par de cosas de antemano. Si tu experiencia previa con el género son los documentales de Animal Planet o History Channel, ver una cinta de Wiseman es el equivalente a querer correr un maratón después de aprender a caminar. Aunque el director se deslinda de las comparaciones de su estilo con la tradición del cine directo y el cinema vérité, sus películas son usualmente estudios de observación sin narraciones ni entrevistas, que distan mucho del formato al que el espectador ocasional está acostumbrado.
Esta advertencia aplica particularmente para su cinta número 40 en 52 años de carrera: En Jackson Heights. Al noroeste de Queens, en la ciudad de Nueva York, se encuentra este barrio: hogar de una de las comunidades más diversas del mundo. Desde México y Sudamérica hasta China, India y Pakistán, Jackson Heights concentra 167 idiomas y una amplia variedad de prácticas religiosas, identidades sexuales e iniciativas políticas; y Wiseman ofrece una mirada a la vida cotidiana dentro de sus calles.
A lo largo de tres horas, la película muestra con detalle —en algunos momentos excesivo— los espacios y el ritmo del vecindario con una paleta de colores brillantes y una edición minuciosa. Al mismo tiempo, presenta un retrato de los miembros de la comunidad que dan vida y personalidad no sólo al lugar, también a la cinta; y aunque no sigue una línea narrativa definida, el gancho que realmente sumerge al espectador en la historia de Jackson Heights es la amenaza que representa la gentrificación para su característica multiculturalidad.
A pesar de que llega a sentirse como una prueba de resistencia por su duración —incluso para el cinéfilo experimentado—, En Jackson Heights es un documental que explora cuestiones de identidad, integración y diversidad de manera sensible y mesurada y que encaja bien con el contexto actual, como un testimonio de la convivencia en tiempos de globalización.