Plaza de la Soledad

Hablar del cuerpo nos apena. La sexualidad de las mujeres mayores parece un tabú. Como si estuviéramos exentos de transitar por el mismo camino de la carne. Polvo eres y en polvo te convertirás, es nuestro inexorable destino. A cambio de perder lozanía en la piel, ganamos sabiduría —en el mejor de los casos— y una comprensión de quiénes somos, nos aceptamos de nuevo, si bien nos va. Es un intercambio justo, provechoso si sabemos entenderlo.

En Plaza de la Soledad, la fotógrafa y documentalista Maya Goded nos transporta a la Merced para conocer la historia de varias mujeres —todas mayores de 45 años— que dedican sus días a la prostitución. La cámara de la realizadora sigue a Carmen, Esther, Raquel y Lety, las cuatro protagonistas a lo largo de varios calendarios, capturando su intimidad, problemas amorosos, sueños, los peligros de su oficio, las razones por las que terminaron trabajando de sexoservidoras y, sobre todo, su femineidad. Este es un documental lleno de cuerpos femeninos y problemas universales, filmado por una mirada humana.

Sin embargo, al centro de la cinta el tema que palpita con más fuerza es el amor. Es el afecto presente en algunos clientes constantes o en la manera de aprovechar su cuerpo en función de su trabajo. El apego también se manifiesta en ese deseo de hallar con quién compartir la vida o la mirada llena de cariño y respeto.

La intención de la directora es mostrarnos a estas mujeres como personas con cualidades y defectos, entrañables en su comportamiento. Pudo optar por la línea dramática de la explotación, regodearse en los aspectos más sórdidos de la labor que realizan estos personajes, pero se interno en lo cotidiano. Porque, al final, como lo anuncia la película: “todos buscamos amor”, ¿o no es lo que esperamos?