[title]
Como una bocanada de aire fresco –tras varias carcajadas- llega este filme independiente del estadounidense Sean Baker. Es la víspera de Navidad en un barrio bajo de Los Ángeles y Sin-Dee Rella (Kitana Kiki Rodriguez), una prostituta negra y transgénero, se entera que Chester, su novio y proxeneta, la estuvo engañando con una “perra blanca” de quien sólo se sabe que su nombre empieza con D.
El drama provocado por el comentario inoportuno de su mejor amiga, Alexandra (Mya Taylor), no para hasta que Sin-Dee encuentre a su rival de amores. De esta manera, las amigas recorren los suburbios en busca de información sobre la susodicha, y en el trayecto conocemos a muchos personajes lejanos al canon hollywoondense; entre ellos a Razmik (Karren Karagulian), un taxista armenio que es cliente frecuente de Sin-Dee y Alexandra.
Aunque la trama se desarrolla en Navidad, bien podria ser cualquier día de verano, esta sensación es provocada por un ambiente con luces cálidas de atardecer y escasa decoración navideña. Son los diálogos los que nos refieren a este día festivo. "Navidad es para los estadounidenses, para nosotros (migrantes) es día de trabajar”, sentencia una frase de la película y los sitios en que se desenvuelve Tangerine lo confirman: restaurantes de comida rápida, autolavados, transporte público, prostíbulos y bares.
En esta odisea californiana, filmada con tres iPhones 5s, abunda una fotografía con tomas cerradas, a la que se suman ligeros ángulos en contrapicada y una mezcla de sonido estimulante y oportuna, y en conjunto logran que quedemos anonadados ante el desenfreno de esta comedia dramática ganadora del premio de la audiencia, del Gotham Independent Film Awards, y de mejor actriz de soporte, en los Spirit Awards.
Tangerine es implacable, no hay suficiente tiempo para detenerse a reflexionar, el espectáculo es continuo y aunque una de las protagonistas tenga apodo de princesa de cuento de hadas, en este drama la zapatilla se pierde debido a una batalla colosal entre chicas. Hay que tomar por los cuernos (o en este caso los pelos) al destino que te ponen enfrente, sobreponerse a las circunstancias adversas y el ambiente de desolación urbano. Sin-Dee Rella y Alexandra nos demuestran que la magia no está en los recursos accesorios, como las zapatillas de cristal o los mega presupuestos de filmación, sino en las personas con quien se comparten los altibajos de este drama llamado vida.