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Era inevitable: en algún momento David Cronenberg, uno de los cineastas más persuasivos sobre la sexualidad, la violencia y la represión, iba a plasmar una breve historia sobre los pioneros más influyentes de estos tabús artísticos: Sigmund Freud y Carl Jung. A Dangeous Method retrata la relación desquebrajada entre ambos doctores, mientras trataban de brindarle una validez científica al psicoanláisis -Freud, metódico y enajenado, protestaba en contra de la ideología religiosa de su colega. Su feudo ideológico se ve irrumpido por una nueva paciente, Sabina Spielman, quien no sólo es una candidata idónea para esta “cura dialéctica”, sino que también se vuelve una catarsis sexual para Jung.
Cronenberg se aleja de esta enajenación visual por retratar las pesadillas del incosciente –Videódromo, Scanners, Dead Ringers- y se sumerge en abismos mucho más profundos y escabrosos: el terror social que rige nuestra mente. Con sutileza y un ritmo pausado, Cronenberg toma como excusa el amorío entre Jung y Spielman como una alegoría al control de nuestros impulsos. La cinta presenta un crisol de críticas hacia la religión, el statu quo y el sexo como forma de liberación, bajo una perspectiva lapidaria y con simbolismos: no hay escenas explícitas ni diálogos escolásticos; el director tiene la misión de encaminarnos a sacar nuestras propias conclusiones.
Las actuaciones de los tres protagonistas -Mortensen, Fassbender y Knightley- son la piedra cenital del filme: los tres realizan un trabajo demandante y bien confeccionado, tanto a nivel de caracterización –los acentos y ademanes-, como de emotividad. Es una lástima que su tiempo de pantalla juntos sea limitado. Fanáticos de Cronenberg: si esperan una película visceral y con una sobredosis de caos, A Dangeous Method es una versión más profunda y analítica de su filmografía.