Vengadores: Endgame

Llegando a un esperado clímax que se ha ido preparando a lo largo de 21 'blockbusters' previos, 'Vengadores: Endgame' es la culminación 'multiplex' del Universo Cinemático de Marvel, al menos hasta nueva orden. Ya pactamos con la idea de que el espectáculo será largo (tres horas, aunque esta vez no hará falta que os quedéis hasta el final de los créditos) y a ratos sesudo, incluso para los más fans, porque está lleno de referencias metatextuales. Pero lo que no sabéis es que os vais a sumergir a fondo en el eco de 11 años de películas, un compendio de destrucción y heroismo que ha cambiado nuestra cultura de consumo, pero que a la vez ha sido un espejo de la transformación de nuestro mundo, en ocasiones con resultados fallidos, en otras espléndidos. 'Endgame' es un autohomenaje, fascinante y hecho a conciencia, mezclando la tragedia ligera con esa aura mítica del personaje que renace como un ave Fénix, que los cómics han sabido jugar tan bien.

A partir de un guion intrincado de Christopher Markus y Stephen McFeely (que a pesar de toda su descarga adrenalínica es capaz de encontrar momentos de calma en la tormenta), la película empieza con un arranque muy digno del producto, en el que Robert Downey Jr, en el neurótico papel de Tony Stark, se enfrenta a sus responsabilidades. Recordemos que Downey es el actor que en 2008 hizo 'Iron Man', la cinta con la que empezó el Universo Cinemático de Marvel, y por lo tanto hay una especie de simetría perfecta en el hecho de que sea el protagonista de los minutos iniciales de este combate decisivo, en una escena de duelo operístico. Porque estamos ante el principio del fin. Todos los seres del planeta se han extinguido en nubes de polvo, el mundo está lleno de ciudades fantasmas, ya no hay lugar para el amor e incluso los titánicos Hulk (Mark Ruffalo) y Thanos (Josh Brolin) están sumidos en la tristeza.

Para una película de estas dimensiones es radical que el punto de partida sea la culpa del superviviente. Es como si el dúo de directores Joe y Anthony Russo quisieran poner en duda esa fe inquebrantable que siempre hemos depositado en la integridad infalible de los superhéroes. Pero ese tono lúgubre se rompe cuando aparece Ant-Man con un plan maestro que parte de la mecánica cuántica –ahora no os aburriremos con los detalles– para catapultarnos a un relato cósmico con risas aseguradas, que hace justicia al sello de Stan Lee. Varias patrullas viajan en el tiempo hacia el pasado para salvar su futuro, y así empieza una aventura brillante, nostálgica, de pulso acelerado, como un disco de grandes éxitos.