En concreto

¿Se imaginaría Diego Rivera, mientras construía su anhelado Anahuacalli, que décadas más tarde un movimiento de arte callejero dialogaría con el muralismo del que fue precursor? ¿Pensaría que un grupo de jóvenes con nuevas técnicas y discursos llegarían a pintar murales efímeros en su pinacoteca?

Es de las pocas veces que un museo en la Ciudad de México abre sus puertas al street art. Qué mejor que el espacio que Diego Rivera construyó para albergar su colección privada de piezas prehispánicas, donde ocho artistas urbanos trabajan in situ, armados de inspiración y aerosoles.

Karla Niño de Rivera, coordinadora de exposiciones del Anahuacalli, buscaba una colaboración con el Museo del Juguete Antiguo México. Roberto Shimizu, director creativo del Mujam, quien trabaja desde hace seis años en la escena del street art, le propuso algo diferente: en lugar de llevar piezas de la colección de juguetes, presentar una muestra de los nuevos muralistas mexicanos.

Shimizu, arquitecto de profesión, quedó fascinado con el espacio de la pinacoteca desde su primera visita para planear la muestra: “Entras y no hay alguna columna que obstruya la vista. Puedes ver 360 grados de murales; es como la continuidad de la calle. Un museo debe ser eso, un espacio público al que todos accedan”.

Los artistas participantes son, la mayoría, menores de 30 años y reconocidos tanto dentro como fuera del país por los estilos y técnicas. Pocas veces han podido exhibir su trabajo en un museo de la ciudad. “A través de ellos, se puede mostrar otra cara de México, una nueva visión”, explica Roberto.

Algunos artistas pertenecen a la vieja escuela de grafiti, como Motick. Neuzz ha llevado una singular gráfica mexicana por todo el mundo. Minoz y Meiz tienen una técnica impecable identificada por el uso del realismo, mientras Pilar Cárdenas (Fusca) lleva el fine art a la calle. Por su parte, Diego Zelaya, Paola Delfín y Daniel Buchsbaum son las nuevas voces en la escena del arte urbano en México.