Ya lo dice el nombre del recinto: laboratorio. Más que nunca, el proyecto de Mario de Vega (defeño radicado en Berlín) te hará sentir parte de un experimento.
Después de más de una década de investigación en torno al sonido, el artista presenta SIN, un proyecto de instalación ex profeso donde aparentemente no hay nada. La intención del artista es jugar con los límites de la percepción y el concepto de ausencia.
Al entrar y recorrer las naves de este exconvento, te sumerges en un mar de vibraciones; la sensación es rara, para algunos quizá no es del todo grata, pero sin duda memorable.
Experimentas los efectos de un espectro de frecuencias que normalmente serían inaudibles, a partir de tonos generados electrónicamente. La acústica se retroalimenta del mismo espacio y los elementos del recinto; y la actividad sónica tiene un efecto inquietante en los visitantes.
Cada uno de tus órganos está sometido a la presión acústica y las vibraciones. Por eso la muestra no es apta para niños, adultos mayores y personas con hipersensibilidad o problemas cardiacos. Es más, al entrar te hacen firmar una carta responsiva.
Una de las piezas, CREDO, es un muro de subwoofers que emite sonidos parcialmente audibles (muy altos) y de acuerdo a algunos estudios puede causar efectos momentáneos de alteración de la conciencia, sentido del balance y malestar físico.
Dicho esto, si no eres hipocondriaco o demasiado sensible, debes vivir en carne propia el trabajo de Mario de Vega, uno de los artistas sonoros y conceptuales más interesantes del momento.