Julien Temple
Foto: Cortesía La casa del cine

Dios salve a Julien

Aprovechamos que el realizador británico ofrecerá una clase magistral en la ciudad para discutir con él sobre punk, cine y música

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Durante la década de los setenta, Julien Temple documentó la escena punk londinense. Así fue como logró realizar The Great Rock and Roll Swindle, su ópera prima. Esta cinta sobre la historia y escándalos de los Sex Pistols y Malcolm McLaren llamó la atención de miles de personas alrededor del mundo. A partir de ese momento, dedicó su vida a dirigir innumerables videos musicales y documentales.

Sus cintas en realidad no se enfocan en la historia de las bandas que aparecen en ellas, sino en el momento que vivían, su entorno y los lugares en los que sonaba su música.

A pesar de que en tus documentales retratas a grandes personajes, la perspectiva que presentas no se enfoca en su fama, sino en su verdadera esencia, ¿cómo lo logras?
No puedo hacer cintas sobre cualquier persona, necesito tener una especie de conexión psíquica con ellos para hacer un buen trabajo. Tengo que conectarme no sólo con su música, sino con su actitud y energía. De esta forma se crea un impacto real con el público.

Justo como lo que ocurrió en Glastonbury con el cortometraje de Metallica...
Sí, esa fue una petición muy particular. Ellos me hablaron con una idea concreta y yo hice mi parte. Cuando tratas ciertos temas, como la cacería, puedes usarlos como metáfora y señalar, sutilmente, otros problemas. Ese filme no se refiere únicamente a la cacería, abarca mucho más. Cuando lo proyectamos en el festival, resultó muy divertido ver la reacción de 150 mil personas en vivo.

En este sentido de provocación, ¿te sientes identificado con el punk rock?
¡Claro! De hecho, me siento muy orgulloso de retratar la verdad de la industria fílmica inglesa. Crecí muy cerca del rock y creo que en mis filmes se transmite esta actitud punk, no me gustan las reglas estrictas del cine.

Tus documentales suelen romper con los mitos alrededor de los músicos, sobre todo, en esta percepción con la que se aborda al punk.
Cuando analizas a gente como John Lydon, te das cuenta de lo importante que es la individualidad. Eso era lo más excitante de los Sex Pistols: mientras más distintos fueran el uno del otro, mejor. Lamentablemente la moda empezó a involucrarse y de pronto todo mundo usaba chamarras de cuero para sentirse parte del movimiento.

Al estar tan cerca de estos artistas, ¿alguna vez pensaste en formar tu propia banda?
Tuve una cuando estudiaba, nos llamábamos The bombers. Esto pasó antes de que el punk naciera. Ahí tocaba el saxofón, aunque no era muy bueno en realidad. Quería ser el nuevo John Coltrane. Fue divertido, pero me enamoré del cine porque de niño no me permitían ver películas, así que cuando tuve la oportunidad quedé flechado.

En tus cintas, la música toma un papel protagónico, ¿cómo logras balancear el ritmo visual con el sonoro sin dejarte llevar por este último?
Eso es lo hermoso de trabajar con música, te mueve muchas cosas, hasta el punto en que sientes que no estás en control de lo que haces. Cuando juntas música y cine, a veces el volumen sube demasiado y se transforma en un producto abstracto.

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