Memorias de un Barista

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  • Roma
  • precio 1 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
  1. Foto: Khrystell Zavaleta
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  2. Foto: Khrystell Zavaleta
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  3. Foto: Khrystell Zavaleta
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  4. Foto: Khrystell Zavaleta
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  5. Foto: Khrystell Zavaleta
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Time Out dice

4 de 5 estrellas

Son pocos los lugares de la Roma que se interesan más por el fondo que por la forma; el sabor sobre el diseño. Uno de ellos es Memorias de un Barista, un café desfachatado dentro de un estrecho local de cuatro mesitas y paredes color marrón, que poco llama la atención a primera o segunda vista.

Aquí lo importante es el café, el método, el grano. Más allá de ser un lugar para convivir o echarse una tacita de cafeína, este proyecto es una carta de amor al café firmada por Eduardo Juárez, quien hace unos años creó un blog en el que reseñaba cafeterías y compartía artículos relacionados con el café.

En ese momento, las cafeterías de especialidad escaseaban en el país. Con el paso del tiempo y conforme Juárez ahondó sus conocimientos cafeteros con cursos sobre baristas, arte latte y tostado, se decidió a abrir –junto con su novia, Laura Renedo– una cafetería artesanal homónima a su blog.

En Memorias de un Barista (el café) se ofrecen granos nacionales, selectos y de tostado medio para que el café se exprese en sus notas más virtuosas. El rigor para conseguir lo óptimo del grano se manifiesta en la obsesión por el tamaño, la temperatura y el método ideal de cada bebida, al seguir los más altos estándares internacionales.

Para los amantes del americano, aquí hay cinco métodos artesanales de filtración: aeropress, dripper, sifón japonés, prensa francesa chica y grande, y la especialidad de la casa: el chemex, que también puede pedirse en las rocas. El afán por compartir la cultura del café se lee en el menú, cuyas descripciones hacen notas breves sobre las cualidades de cada técnica.

En los espressos, la carta se divide en doble, sencillo, macchiato y ristretto. La exigencia no se detiene en las bebidas con leche o azucaradas que tanto desairan los entusiastas de lo amargo. El cappuccino, por ejemplo, se sirve sin espuma ni canela, con un poco de arte latte y en una temperatura media que destaca la cremosidad de la bebida. También ofrecen lattes, mochas, chocolates y combinaciones de la casa, como el café paradiso (espresso, leche, avellana y menta) o el exitoso chocochai.

El lugar no inspira mucho para quedarte un largo rato, pero si el hambre arremete, el menú ofrece chapatas, tapas, y pastel y galletas del día. Aunque a los primerizos no les preguntan sobre el tipo de grano que prefieren para no confundirlos, Eduardo habla del café con un gusto evidente y una sonrisa a cualquier cliente que tenga una duda, sin pretensiones de sus conocimientos, sino con una buena voluntad. Cada oración que dice exuda su encanto por el tema, un placer por compartir la cultura del oro líquido que en ningún momento raya en fanatismo. Además de ser un buen anfitrión para los comensales que quieren profundizar en el tema, Eduardo da talleres de barista y arte latte en el lugar.

Este es un gran espacio para los ávidos de conocer la versatilidad de un mismo grano y una buena experiencia para cualquier curioso de la ciudad.

Escrito por Beatriz Vernon

Detalles

Dirección
Frontera 83 B
Roma
México, DF
06700
Transporte
Metro Cuauhtémoc. Metrobús Jardin Pushkin.
Precio
Consumo promedio por persona $100
Horas de apertura
Lun-vie 9am-9pm, sáb 1-9pm
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