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[title]En las primeras ediciones, el FICM luchaba por crear un público sólido que se animara a llenar tanto las salas que albergaran las películas de Woody Allen, como las funciones de los documentales y cortometrajes hechos en México. Ese objetivo parece alcanzado, por lo que Daniela Michel cuenta sobre la madurez y los nuevos propósitos de este certamen.
¿Cómo han evolucionado los retos del festival?
Al inicio lo difícil fue crear públicos. La gente fue conociendo el cine en corto, el documental y el de cineastas que no son mainstreams. A mí me da mucho gusto ver que hoy en día hay público para todo. Ahora debemos trabajar en no sentirnos como festival viejo o como una institución; que cada año sea diferente, que cada edición se trabaje con frescura, iniciativa y muchas ganas.
En edad, el FICM es adolescente pero se percibe como un certamen maduro.
Siempre le hemos apostado a la calidad. Desde los jóvenes que, pese a mostrar sus primeros trabajos, no crean algo amateur sino una película de alto nivel. Además, hay que balancear el elemento joven con lo mejor del mundo, no sólo en las películas, también en cuanto al jurado.
¿Cómo han logrado mantener la personalidad del FICM a lo largo de 13 años?
Es el festival de México: de los cineastas que compiten hoy; de los cineastas del mañana, que se presentan en Impulso Morelia; de los mexicanos de ayer, con las retrospectivas y ciclos especiales; del México visto por ojos extranjeros locales.
La identidad de México es lo que siempre define a nuestro festival y creo que mientras más mexicano, más internacional eres porque así tiene más interés en venir el director de Cannes, por ejemplo. Además, Morelia es bellísima y es patrimonio cultural; creo que es la mejor ciudad en México para hacer un festival y eso ha sido un gran apoyo para nosotros.
De los estrenos internacionales, ¿cuál es la película que más recomendarías?
Amnesia, de Barbet Schroeder.
¿Cuál es tu lugar favorito de Morelia?
Me fascina ir al Conservatorio de las Rosas. Cuando estoy muy cansada, me siento 15 minutos en su patio y escucho a los estudiantes tocando el piano a lo lejos. Es maravilloso saber que ese lugar lleva 300 años siendo conservatorio de música.