Alejandro Calvillo
Foto: Alejandra Carbajal

Alejandro Calvillo

Defensor de los consumidores

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En ningún país se había vivido esto. Un día de septiembre de 2006 despertamos con la noticia: el sobrepeso y la obesidad en niños de 5 a 12 años había aumentado 40%. Inmediatamente, Alejandro supo que era una causa con la que se iba a comprometer.

Semanas después, ya en 2007, Alejandro, quien desde la UAM Xochimilco mientras estudiaba Sociología, organizó el foro La epidemia de la obesidad en México. Fue la primera convocatoria de la organización El Poder del Consumidor.

Alejandro decidió llamarle "epidemia" al sobrepeso y obesidad en México. El término sonaba entonces fuera de lugar, pero no fue fortuito. Con su experiencia de 12 años en Greenpeace, sabía que tenía que llamar la atención de los medios. Lo consiguió.

Como suele actuar Alejandro, primero se acercó a los expertos. Aquel foro tenía a médicos y especialistas que estuvieron de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud: prohibir la publicidad de comida chatarra dirigida a niños, impulsar un etiquetado que realmente oriente a la sociedad, y regular los alimentos y bebidas en las escuelas.

Gracias a esta presión, la Secretaría de Salud reconoció, entre otras cosas, la necesidad de instalar bebederos en las escuelas y lanzar una campaña sobre las bebidas saludables. Fue en 2010 que finalmente se reguló el consumo de alimentos y bebidas en las escuelas, un logro de Alejandro, entre otras personas involucradas.

De nuevo, Alejandro optó por colarse en los medios y poner en la agenda nacional tales metas. Levantó una demanda contra el Tigre Toño, el personaje de un cereal azucarado, por un anuncio televisivo que él consideró engañoso. "Es un personaje que los niños de secundaria reconocen más que a Zapata o a Madero", dice. La marca respondió positivamente y retiró el comercial.

Hoy, cierta publicidad ya no aparece en horarios infantiles, las autoridades promueven el consumo de agua, en los restaurantes de la Ciudad de México no se permite el salero en la mesa (a menos que lo solicite el comensal) y es obligación del establecimiento ofrecer agua filtrada, no embotellada. Aunque nunca lo ve como una guerra ganada, Alejandro reconoce que esto es el principio.

Está convencido de que debe funcionar como un contrapeso contra las marcas de consumo masivo, para que el consumidor tome mejores decisiones, como cuando él dejó Greenpeace para formar El Poder del Consumidor.

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