De las peores cosas que podrían ocurrir es que aparezca tu ex y se haga el confidente de tu actual pareja. Te conoce muy bien, pero ya no vive en la ensoñación de que eres la mujer perfecta. Lo peor es si tu relación se ha vuelto una rutina y el amor apenas se sostiene del pasado. Sólo hacen falta algunas palabras para que todo se derrumbe y de pronto no queda nada más que la soledad.
Es el tema que aborda el dramaturgo sueco August Strindberg, la historia de una pareja de artistas –un pintor con deseos de convertirse en escultor y una escritora de bajo perfil–, y su encuentro con el exmarido, quien aparece para cuestionar lo que han construido hasta ahora como matrimonio.
Mientras el pintor espera la llegada de su mujer, conoce a ese misterioso hombre que se convierte en su amigo. Con el transcurrir de sus charlas, se da cuenta de lo infeliz e insatisfecho que se siente por una mujer que se ha vuelto egoísta y superflua. Comienza a dudar sobre el significado de su relación, se llena de celos e inseguridad.
Bajo la dirección de Fernando Reyes, la obra apuesta por un realismo escénico desprovisto de grandes escenografías, donde lo único que destaca son las situaciones y conflictos. Sin embargo, a veces el desborde emocional de los personajes, interpretados por Adonay Guadarrama, Alejandra Reyes y Alexander Holtmann, es exacerbado y poco convincente, como los gritos desesperados de la mujer y sus berrinches sin freno.
Con esta puesta en escena se expone la manipulación emocional de la pareja y la dulce venganza del exmarido quien, como un acreedor, ha regresado para cobrar viejas deudas.