Ni preguntando a los vecinos ni a los de la tienda de enfrente ni a los paseantes se entera uno de la importancia de esta casa tan desolada y triste. Si alguien se asoma por una de las cerraduras podrá leer: “Dios cuida esta casa La Perulera año 1735”. La mansión perteneció a unos peruleros –peruanos– ricachones que nos dejaron uno de los pocos ejemplos de arquitectura dieciochesca fuera del Centro Histórico. Hasta plaza de toros tuvo, pero ahora sólo quedan los restos, en muchos casos bien conservados, de cristalería o mampostería. Quesque la delegación la va a rescatar. Crucemos los dedos.
Casa La Perulera

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