Élmer Mendoza
Foto: Alfredo Mora

Entrevista: Élmer Mendoza se pone mágico

En su nueva novela, El misterio de la orquídea calavera, el máximo representante de la narcoliteratura rompe con algunas de sus tradiciones y mezcla ficción con realidad

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El detective Edgar Mendieta se jubiló. Élmer Mendoza, escritor sinaloense que imaginó las aventuras de este personaje, ahora tiene un nuevo héroe –bueno, antihéroe–, un joven de 18 años, temeroso y chillón. Alberto Garay viaja a la huasteca potosina, lugar donde lo mágico está a la orden del día, otro elemento nuevo en la obra de Élmer. Para descifrar sus motivos, nada mejor que platicar con él.

En El misterio de la orquídea calavera mezcla realidad y ficción, algo que sólo habíamos visto en Trancapalanca, su anterior libro de cuentos.
Si construyes un edificio de varios pisos, las habitaciones son como las obras y, aunque tengan algunas diferencias, terminan pareciéndose entre sí.

Sin duda, El misterio de la orquídea calavera debe tener algún punto de contaminación con Trancapalanca porque, además, cuando la revisé estaba en pleno trabajo de esta nueva novela.

Si estos dos libros son como habitaciones, están en otro nivel respecto a todas sus novelas anteriores, ¿cierto?
La saga de Mendieta apuesta a la realidad. Las cosas extraordinarias que pasan son probables y en determinado contexto pueden ocurrir, pero en El misterio de la orquídea calavera sí hay toda una intención de manejar varios territorios, como el rulfiano (de Juan Rulfo), que siempre identificamos con fantasmas; o el chamanismo, que es la esencia de la cultura mexicana y, desde luego, el surrealismo, que siempre está implícito cuando hablamos de Edward James. Por supuesto, está la realidad, el universo del delito en el que se mueve "el Capi", quien será víctima de este mundo mezclado que lo rodea y no alcanza a interpretar, no tiene experiencias previas para hacerlo.

Esta historia rompe con las reglas de la novela negra, en las que el protagonista siempre se las sabe de todas, todas.
Es cierto. Lo que busqué es que la historia tuviera representatividad. Conozco muchos jóvenes de 18 años que no saben qué va a pasar con ellos. Les gusta ver la tele y mensajear con sus amigos, pero más allá, no saben. Se perdieron algunos elementos, que generaciones anteriores sí tenían a los 18, sobre lo que era la vida, lo que les tocaba. Tenían un concepto, al menos de lo mal que la iban a pasar si no hacían ciertas cosas, y se les cumplía. Acá no, "el Capi" es de una familia clase media alta, con un rancho ganadero y sin preocupaciones. Siempre hay algo que establece el caos. En este caso es el secuestro del padre. Él no advierte que tiene que entrarle, se la pasa eludiendo su responsabilidad hasta que no tiene más remedio.

"No podría escribir una novela rosa y no tengo la madurez suficiente para escribir una erótica".

Es su primera novela con un joven como protagonista y con los clichés de lo que es ser adolescente.
Tuve la suerte de convivir con jóvenes y caminar a su lado sin que advirtieran que los escuchaba hablar ni emitir algún juicio sobre lo que veía. Para crear un personaje que parezca real hay que utilizar el lenguaje adecuado. Algunos miembros de mi familia son jóvenes y un par de veces necesité algunas precisiones, recurrí a una chica de mi familia, "lo que se te ofrezca, tío".

Es un cliché, dices, pero está muy cerca de cómo son realmente. No alcancé a ver jóvenes diferentes. Espero que evolucionen correctamente y cuando sean adultos no sean iguales. Algunos colegas que me preguntaron, creían que lo hice porque estaba descansando, que era un discurso que me costaba menos trabajo. No pude evitar escribir esta historia igual que las otras novelas, lentamente y cuidando todos los aspectos. No sentí que fuera diferente, aunque manejo un sistema con el que tuve que romper.

¿Cómo es ese sistema?
Hay una mezcla entre lo que cuenta un narrador casi omnisciente e incluye las reflexiones del personaje, generalmente largas, como un narrador alterno. Aquí no podía hacerlo. También había una libertad absoluta del manejo del lenguaje que tampoco podía utilizar. Algunas expresiones que me gustan no las pude emplear porque un joven nunca las usaría. Lo que tiene que ver con los arcos emocionales lo entendí de otras novelas para jóvenes, son más cortos, hay que mantener más emocionado al lector. Intenté ser fiel a ese formato, pero todavía no sé si lo conseguí.

¿Será una saga?
Sí, al menos dos novelas más de "el Capi" Garay.

¿Seguiremos leyendo sobre violencia?
No podría escribir una novela rosa y no tengo la madurez suficiente para escribir una erótica.

Tengo la seguridad de que me falta escribir algunas novelas sobre ese territorio narrativo. Es el país que tenemos y nunca he querido representar otro. Cuando me digo "ya no voy a hacer más novelas de violencia", siempre pasa algo. ¡No quieren que deje de escribir de eso!

¿No le provocan pesadillas?
No, supongo se debe a que lo escribo.

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