¡Fierro viejo que venda!
Diego Martínez García (diegoilustra.blogspot.mx)

Los verdaderos gritos urbanos

Este mes celebramos el afamado grito que une a todos los mexicanos, pero nos acordamos de otros que comprueban de una vez por todas que somos un pueblo nacido para desgañitar

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A toda marcha
Ilustración: Diego Martínez

A toda marcha

Qué mejor muestra de que somos una raza gritona que nuestro amor por protestar. Si nos desgañitamos cuando estamos felices, con más razón cuando algo no nos parece. El inconveniente para la circulación vehicular es que sucede todos los días. Aunque no ha faltado el político despistado que ha querido embotellar nuestros gritos en un marchódromo, no hay manera de callar nuestra voz ni las graciosas cantaletas que le dedicamos al político en turno que nos rompió el corazón. Porque, además, las adaptamos para, en caso necesario, cambiar el nombre del político y volverlas a ocupar, al fin que suenan muy musicales y graciosas. Urge un Cancionero para marchas y plantones. Mientras, te dejamos una de nuestras favoritas: ¡Gaviota, gaviota, tu esposo es un idiota!
El deporte de las patadas
Ilustración: Diego Martínez

El deporte de las patadas

Ya sea porque juega la Selección, es la final de la liguilla, la Copa de Oro, la Libertadores, la Confederaciones, el Mundial, el clásico, el superclásico u otro de los clásicos jóvenes y viejos del futbol nacional, siempre hay razones para vociferar gracias a este deporte. Aunque a veces lo hacemos más por frustración y necesidad de recordar a la mamacita del entrenador nacional en turno que por celebrar un gol, lo cierto es que es imposible escapar de los alaridos futboleros en la calle, el hogar y la oficina. Hasta el mismo Ángel de la Independencia llevamos nuestro grito, porque el futbol también es fiesta nacional.
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El gaaaaas
Ilustración: Diego Martínez

El gaaaaas

Es una reminiscencia del México que se nos está yendo entre las manos y los tubos de gas natural, pero aún es común escuchar entre las calles de cualquier colonia el grito de un caballero que ofrece energía en tanques que irán a parar a la azotea o a las escaleras de una casa, edificio o residencia. Portentos de la voz con envidiables pulmones que, sin ayuda de micrófono ni altavoz alguno, van despertando a señoras, señores, jóvenes y hasta uno que otro niño, quienes  salen a perseguir el camión para que la familia pueda quitarse las legañas. Son héroes no tan silenciosos que permiten que millones de mexicanos tengan un desayuno y un baño caliente; que el padre Hidalgo los salve.
Lucha libre
Ilustración: Diego Martínez

Lucha libre

Existe una teoría que postula que los niños gritones de la Lotería Nacional crecen para convertirse en los señores gritones de la lucha libre. Sí, son esos mismos que cuentan el prólogo de la historia que ya todos nos sabemos pero queremos volver a escuchar, porque de otro modo sentimos que no fuimos a las luchas ni entendimos quién es el rudo y quién el técnico, aunque desde los tiempos del Santo sea el mismo "¡Lucharán a dos a tres caídas, sin límite de tiempo!". Anhelamos escuchar esa voz que parece ser siempre del mismo señor que, sin importar que ya tenga un micrófono para que todos lo escuchen, sigue gritando como si estuviera trepado en un barril y fuera 1920
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Se compran colchones
Ilustración: Diego Martínez

Se compran colchones

Pariente cercano del señor del gas, del de los merengues, del conductor del carrito de los camotes y del ropavejero, el hombre que compra colchones es otro de los testigos no silenciosos del México de ayer. Sin importar el invento del motor a combustión interna, anda en burro por la ciudad y trabaja a grito pelón. Lo bueno es que muy discreto, pues recoge esos colchones que parecen escena de un crimen y hasta paga por llevarse al cómplice de las vergüenzas, los sueños y las pesadillas. A cambio, más de uno ha encontrado los ahorros de años de aquellos que desconfían del sistema bancario nacional.
Vecinos en primavera
Ilustración: Diego Martínez

Vecinos en primavera

En esta época de apartamentos de interés social con paredes de cartón, todos hemos sido víctima de vecinos apasionados. Son berridos desesperados que primero nos hacen pensar si debemos llamar a la policía y después generan una mórbida curiosidad por saber qué bellos especímenes serán los provocadores de semejante ardor. El horror aparece a la mañana siguiente, cuando descubres que se trata de tus vecinos más ancianitos o esos beatos que a la luz del día parece que no romper un plato, pero bajo el cobijo de la noche barritan cual elefante al que le extraen los colmillos a cachetadas.
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