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Hay que sacar cita antes. Resulta que el museo está dentro de la Cámara de Diputados, así que se ponen pesados en la puerta. Una vez dentro, se olvidan los corajes y se disfruta de un museo candoroso, bien montado, didáctico, como para llevar a los sobrinos y que aprendan de tocho morocho acerca de las leyes y los diputados. No es tan aburrido como suena, en serio. La entrada es por Sidar y Rovirosa.