Surgió a mediados de los noventa como un espacio alternativo para la difusión de artes escénicas. El escenógrafo Alejandro Luna se encargó de dar forma al proyecto. Luego de varios meses de trabajo en marzo de 1995 el telón se abrió con la obra Café Americano.
Es uno de los lugares predilectos para directores que gustan de la experimentación debido a sus características multifuncionales, el escenario puede ser modificado para cualquier tipo de escenografía, ya sea tradicional o multimedia. Cuentan con proyectores de video, equipo de iluminación y sonido.
El recinto cuenta con dos pisos, en el primero se encuentra el lobby, una pequeña cafetería y las placas de obras representativas en la historia del teatro, como Chicos cantando y desnudos, Confesiones de mujeres de 30, El otro Einstein, Fresas de invierno y No sé si cortarme las venas o dejármelas largas.
En la parte alta está el escenario con un aforo de 200 butacas. Tiene forma italiana (un sólo frente hacia el público y estructura de herradura), aunque también puede transformarse para otro tipo de montajes.
Este teatro también se ocupa para conciertos y recitales de jazz, noches de stand up y presentaciones de danza y performance.