Entre reflejos, sombras y superficies que parecen respirar, el diseñador y fotógrafo Andrés Gutiérrez llega por primera vez a México con El humo del espejo, una exposición íntima que invita al visitante a mirar más allá de su propio reflejo.
Inspirada en la figura de Tezcatlipoca, el “espejo humeante” de la mitología mexica, esta muestra convierte la oscuridad en un espacio de descubrimiento: un umbral entre lo humano y lo espiritual donde el diseño se transforma en conciencia.
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Un universo oscuro y elegante de El humo del espejo
Aunque es una exposición pequeña —compuesta por solo seis piezas—, El humo del espejo logra envolverte tan solo entras. La museografía, dominada por tonos oscuros, brillos y contrastes, genera una atmósfera en la que la mirada se vuelve protagonista.
El negro que domina casi toda la exposición funciona como sustancia y símbolo: no es ausencia de luz, sino un portal a lo interior.
Tezcatlipoca: el espejo que revela lo oculto
La exposición toma su inspiración de Tezcatlipoca, una de las deidades más enigmáticas del panteón mexica, asociada con la noche, el destino y la transformación.
En la cosmovisión prehispánica, el espejo de obsidiana permitía ver no solo el rostro, sino también lo que habita detrás de él: los pensamientos, las emociones, los secretos.
En ese mismo sentido, Gutiérrez propone que sus piezas funcionen como espejos simbólicos, capaces de revelar no la apariencia, sino la esencia. Entre líneas puras, reflejos difusos y materiales nobles, el espectador se enfrenta a una pregunta simple pero profunda: ¿Qué ocurre cuando dejamos que el espejo nos mire a nosotros?
El humo del espejo es una propuesta que combina arte, diseño y mitología mexicana en un lenguaje visual contemporáneo y poético. Lúdica, sobria y profundamente simbólica, la exposición convierte la oscuridad en una celebración del misterio interior.
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