Ruta silenciosa (Roma/Condesa)

Comida y bebida en una de las zonas más populares de la ciudad, a volúmenes aptos para la conversación.

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¿Harto del ruido infernal que abunda en la mayoría de los lugares? Vete al Xel-Ha y pídete una sopa de lima y unos tacos de cochinita o unos panuchos. O a la Montejo, y pide unos papadzules. Si la comida yuca no es lo tuyo, pásate al Covadonga, y prueba o unas croquetas o una torta. Todo acompañado de chelas y mezcales, por supuesto.

Xel-Ha
  • 3 de 5 estrellas
  • Restaurantes
  • Condesa
  • precio 3 de 4

(evento, $$, solo, chicos, chelas, cuba)

Desde mediados de los noventa, éste es uno de los spots más trendy y comerciales de la zona restaurantera de la Condesa... sin que jamás haya buscado ser trendy. Aquí el porcentaje de escritores, editores, periodistas, cineastas, artistas plásticos y músicos en diversos estados de sublimación etílica es extrañamente superior a la media poblacional. Tenemos la teoría de que ese sector de la población busca este tipo de lugares por encontrarlos "auténticos";. Es decir: ausentes de cualquier tipo de pose. Y así es: salvo la excelente ubicación, el lugar es reducido y escasamente decorado –por no decir, accidentalmente decorado–. Los pisos, las paredes, los manteles y hasta el techo son amarillo claro, lo que provoca algo de ansia. La iluminación es eso: luces en el techo, sin más. El ambiente es señorial, con comensales de 40 a 50 años de edad departiendo entre la intelectualidad "sin poses"; que acude a este sitio, meseros que cándidamente utilizan la fórmula "le manejamos lo que viene siendo el pan de cazón..."; y un menú enmicado en plástico, que remite a los comedores de alimentos caseros, que ofrece platillos típicos yucatecos: lomo de pámpano amandine, codorniz al ajillo, los tradicionales papadzules y las especialidades de la casa: la sopa de lima, el filete de moro "Xel-Ha"; y el taco de cochina cachondo (con achiote). Los platillos son presentados de forma simple, sin los amaneramientos de la cocina condechi, pero poseen esa certeza de las buenas viejas recetas. Se rumora que las recetas son tan contundentes gracias a su chef oaxaqueño. El maestro cocinero trabajó por casi una década en el restaurante El Círculo, en Lucerna, colonia Juárez. Ampliamente recomendamos el consumo del flan de queso como postre, que además de tener un tamaño que impone respeto, no empalaga y finaliza la comida con una sonrisa. Tienen una variedad de más de 200 bebidas sin contar los vinos. A pesar de contar con una diversidad de botellas, por copa solo ofrecen vino de batalla. En general el precio de la comida cubre el costo de oportunidad respecto a la calidad del servicio y de los alimentos. Algo deben de ver los comensales en Xel-Ha que ya se ha convertido en un lugar de tradición por más de 20 años.

Cantina bar Montejo
  • 4 de 5 estrellas
  • Bares y cantinas
  • Cantinas
  • Miguel Hidalgo
  • precio 2 de 4

(evento, $, solo, chicos, chelas, cuba) Cruzar las puertas giratorias de este lugar es como viajar en el tiempo a una casona aristócrata del siglo pasado en Mérida. Sus azulejos, lámparas y vitrales hacen olvidar que una ola de establecimientos nuevos arrasa con la Condesa y la Roma apenas a unas calles de ahí. Si lo que quieres es tomar una cerveza y llevarte un antojo a la boca, no hace falta pasar del primer salón, donde está cantina. El cubilete y las fichas de dominó los pone la casa, tú te encargas de la charla. Es preferible ir entre miércoles y viernes, cuando sirven como botana frijol con puerco, uno de los platos estrella del lugar, y un favorito entre los clientes. El resto de la semana puedes encontrar paella, carnitas o pancita. Como si fuera un parque de diversiones, la vieja casona  tiene apartados con atractivos distintos. En un costado de la planta baja, junto a la cantina, un grupo de hombres con delantal hacen realidad cualquier fantasía que lleve cochinita pibil, relleno negro o pavo en escabeche. Es una especie de pick and go yucateca que se encarga del servicio rápido. Lo contrario de esto, el restaurante, ocupa el primer y el segundo piso. Ahí el ambiente es más holgado; hay tiempo para hacer una comida como dios manda, desde el aperitivo, que puede ser agua de horchata con vodka (un Fantasma), hasta el licor de miel Xtabentún importado de la península, y que sirve como digestivo de los panuchos y papadzules que para ese momento ya debes tener en el estómago. El escenario gastronómico parece un fiel retrato de la comida típica de Yucatán, pero en realidad se trata de una interpretación hecha en 1984 por un cocinero yucateco asociado con tres hermanos del DF. En 28 años, el menú solo ha cambiado para crecer, asegura Rodrigo Ogando, encargado del lugar. La esencia se mantiene hasta en la gente: la señora Chela es la misma que ha preparado la cochinita desde sus primeros días. Y por si le faltara algo yucateco al lugar, dos tríos recorren las mesas con un repertorio lleno de boleros. Los sábados son de comidas familiares, pero de lunes a viernes predomina el ambiente de oficinista. Aunque el servicio es generalmente rápido, por las tardes puede alentarse. Como si lo mexicano fuera obligatorio, la bebida más consumida por los asistentes es el tequila, tomado frío y derecho, seguido del ron blanco y las cervezas yucatecas: Montejo y León. El capitán de meseros recomienda probar entre octubre y noviembre la Cascada, un coctel hecho con vodka, jugo de lima, refresco de limón y agua mineral, bueno para aliviar la irritación causada por los chiles habaneros y la cebolla morada.

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Salón Covadonga
  • 4 de 5 estrellas
  • Bares y cantinas
  • Roma
  • precio 3 de 4

(evento, $, solo, chicos, chelas, cuba)

Puebla 121, Roma Norte. 52088072. Costo promedio: $200.

banquetescovadonga.com.mx

Durante décadas fue una apacible cantina cuyos clientes se dedicaron a envejecer al tiempo que bebían y jugaban dominó. Pero algo pasó a principios de los dosmiles. Una cada vez más nutrida banda de escritores, cineastas, artistas plásticos, diseñadores, arquitectos, periodistas, bellas modelos extranjeras y personajes afines, fueron arrinconando a los parroquianos originales, y por esa costumbre informal de beber antes del fin de semana, se instauraron los “jueves de Covadonga”. Por unos años, los jueves a la medianoche se volvió prácticamente imposible moverse entre el tumulto de covadongueños que brincaba de una mesa a otra, saludando a los colegas del gremio. Un ambiente en extremo animado y sociable, por demás inusual si consideramos que la decoración tiene el mal gusto de un consultorio médico, las luces que iluminan el sitio son tubos de neón tipo oficina y que no se escucha música alguna, sino únicamente el ronroneo de las conversaciones y el plim plim de los cubiertos. Entre esa multitud se mueve un pelotón de meseros increíblemente diestros y de memoria prodigiosa. En algún momento, a la usanza de muchas cantinas, la fiesta se interrumpe cuando alguno de los clientes grita a todo pulmón el nombre de otro comensal. Pongamos por caso: “¡Juan Pérez!” A lo que los cientos de presentes, a coro, responden: “¡Uleeeero! ¡Uleeeero!” (bueno, la palabra no empieza precisamente con U), y luego vuelven tan campantes a sus conversaciones. Pero de un par de años a la fecha eso ya no es tan concurrido: los nuevos bares de la Roma han minado la clientela del lugar, o mejor dicho, la han depurado. Siguen los señores entrados en canas jugando dominó al calor de sus tragos. Siguen algunos de los intelectuales de la zona yendo a ejercitarse en la destilación etílica. Siguen las modelos extranjeras despistadas ocupando una mesa por media hora para irse a otro lugar más enfiestado. Pero sigue siendo el Covadonga (o la Covadonga, si nos atenemos a que es el nombre de una Virgen), con sus calamares a la gallega, sus tortillas españolas, su carne tártara y sus tortas de milanesa que uno pide sin ver en el menú (entre otras cosas porque no están en el menú). Quizá vuelva a ponerse de moda. Quizá no. No dejará de ser un clásico. Dato curioso: en realidad se llama Cantina el Escudo, pero nadie la conoce así.

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