BARDO, Falsa Crónica de Unas Cuantas Verdades,
Foto: Cortesía Netflix

Bardo, Falsa crónica de unas cuantas verdades

Alejandro González Iñárritu volvió a filmar en la CDMX para presentar la historia de Silverio Gacho, un periodista que vuelve a la CDMX para reencontrarse con su pasado

Stivi de Tivi
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Stivi de Tivi
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La palabra Bardo lleva tres años sonando en el medio cinematográfico por ser la película con la que el cuatro veces ganador del Oscar, Alejandro González Iñárritu, regresó a filmar en la CDMX  —desde Amores Perros—. Su rodaje en varios puntos de la Ciudad de México acaparó las noticias; su estreno mundial en el festival de Venecia causó controversia por no recibir la aceptación esperada; y su estreno en cines independientes antes de llegar a Netflix tiene a todos contentos, pero ¿Realmente Bardo, Falsa crónica de unas cuantas verdades se merece tanto ruido? La respuesta es un rotundo SÍ.

Silverio Gacho (Daniel Giménez Cacho) es un respetado periodista y documentalista mexicano que tiene 20 años viviendo en Estados Unidos. Se le considera un líder de opinión a nivel internacional por lo cual el gobierno de México le prepara un homenaje días previos a que le den otro premio por su trayectoria en Los Ángeles. La película se desarrolla durante su estadía en la Ciudad de México donde no solo se reconecta con su familia y su pasado, si no con sus demonios e inseguridades. Silverio explora en esos días lo que significa tener éxito en un país donde no nació y lo que conlleva cortar raíz con el entorno donde creció. Sobra que está inspirada en la vida del propio Iñarritu. 

La película es una sacudida audiovisual que no te permite dejar de pensar en ella durante las siguientes horas (tal vez días) después de verla porque se atreve a dejar preguntas reales, preguntas incómodas, preguntas que todos en algún momento nos llegamos a hacer. Algunas llegan a obtener respuestas y otras solo se quedan ahí para dejar la marca. Este es un ejercicio demoledor hecho a conciencia para explorar los puntos que Iñarritu está entregando. Definitivamente no es una producción para el consumidor promedio de Netflix porque exige dejar las distracciones a un lado para observar este festín de metáforas las cuales te harán sentir que estás ante un trabajo pretencioso (lo es), pero en el momento en que cada una de ellas se va colocando en el rompecabezas de la historia estarás totalmente entregado a este filme.

¿Recuerdan esa escena en la película Roma (2018) de Alfonso Cuarón en la que un incendio en el bosque amenaza con llegar a la casa de verano en la que los protagonistas están vacacionando y tanto los dueños como los empleados unen manos para detener que el fuego se propague? Ese momento realmente no aporta mucho a la historia, pero es hermoso por su gran producción, cargado de extras, cámaras y luces. Es una escena que sirve para demostrar lo que el director es capaz de realizar cuando está al mando, pero al final es un capricho, un hermoso capricho que es imposible no reconocerle, aunque repito, son 20 minutos que no llevan a nada. Pues Bardo, Falsa crónica de unas cuantas verdades está repleta de muchos de estos caprichos, momentos deslumbrantes bien armados, coreografiados, cuidados hasta el último detalle, no existe ningún error, es Iñarritu diciendo: vean mi talento, vean lo que puedo hacer en el país donde nací y como puedo. Es excesiva de principio a fin, no le tiene miedo a nada porque hasta la misma película se burla de lo ridícula que puede ser esta presuntuosa masturbación del director de Birdman.

Bardo cuenta con dos escenas que ya están en mi lista de mis escenas favoritas del año, tal vez lleguen a entrar a las de mi vida, aún es muy pronto para saberlo, lo que si es que es una experiencia que el cine hace mucho no nos presentaba. Cuando parece que todo está ya visto o hecho, Iñarritu nos presenta su versión más narcisista, grosera, egoísta, superficial y a la vez su lado más humano, el que nos permite penetrar sin importar todas las capas que usa para protegerse, el que no pone frágil y vulnerable. Es un delirante análisis a la muerte, la fama, la familia y al no pertenecer, ya sea el lugar donde naciste o en el que ahora habitas. 

Por más de que nació desde el principio para ser consumida en Netflix, hagan todo lo posible para verla en el cine en su pequeña corrida que tendrá antes de que llegue a la plataforma el 16 de diciembre. Es un espectáculo fílmico que no van a volver a encontrar pronto.

Bardo, Falsa crónica de unas cuantas verdades Dir. Alejandro González Iñárritu. México, 2022. Con Daniel Giménez Cacho, Griselda Siciliani, Íker Sánchez Solano, Leonardo Alonso, Andrés Almeida, Ximena Lamadrid y Ruben Zamora.

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