David Pablos estrena La vida después
Foto: Cortesía de la producción

Entrevista con David Pablos

Ante el estreno comercial de La vida después, platicamos con su director, David Pablos, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica

Escrito por
Víctor Martínez Ranero
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A pesar de su corta edad, 32 años, el director David Pablos ha tenido una destacada carrera. Con reconocimientos internacionales y estrenos en los más prestigiosos festivales como Cannes y San Sebastián, este joven cineasta se ha convertido en una de las grandes promesas de cine mexicano.

Su ópera prima, titulada La vida después, ha tenido un exitoso paso por festivales como Morelia (México), Venecia (Italia) y el Meridian (Rusia), en este último fue galardonada con el premio de la crítica. El filme, que explora el dolor que causan las ausencias y la complejidad de las relaciones familiares, ya está en salas comerciales del DF y al respecto platicamos con el director.

La química entre los actores que interpretan a Rodrigo y Samuel de niños es un punto clave para la historia, ¿cómo es trabajar con actores tan jóvenes?

Es increíble, es muy fácil y divertido. Los niños tienen tan buena química porque eran amigos desde antes de empezar la película. Eso fue un accidente, en realidad los vimos por separado, los juntamos, y resultó que los niños ya se conocían desde hace años, eso facilitó todo. Los niños tienen algo precioso, no tienen ningún tipo de filtro, simplemente son; saben estar, eso es algo que los actores pocas veces pueden lograr.

Un punto en común entre tus películas (La vida después y Las elegidas) es que abordan el tema de la pérdida, ya sea de inocencia o de libertad, ¿qué te motiva a explorar este asunto?

La pérdida, la culpa y el abandono siempre están presentes y créeme que no es consciente, simplemente así me salen. Creo que todo se reduce a la nostalgia, al recuerdo de lo que alguna vez fue y el deseo de recuperarlo porque el presente no es satisfactorio, está presente eso.

En La vida después, el drama se construye a través de tomas cerradas, con un énfasis mayor en las miradas que en las palabras. ¿Crees que comunicamos más con lo que callamos que lo que decimos?

Totalmente. México es un país donde las cosas no se dicen tal cual son y es terrible esa situación. En esta historia creo que el silencio es parte de la esencia de lo que se está contando. Tienes una familia que vive bajo un mismo techo pero que son todos extraños, que no se conocen. Hay una incomunicación terrible y todo lo que se dice es por abajo del agua. Por eso los silencios son tan importantes.

¿Cómo evolucionaron los personajes de La vida después del guión a la filmación?

María Renée (Prudencio) aportó mucho a su personaje, lo que hizo fue darle más matices. Son sutilezas pero para mí dicen muchísimo. Logró hacer aún más entrañable a un personaje que pudo haber sido muy frío, muy distante. Con los chicos, al no ser actores, lo que aportaron fue poner algo de ellos mismos al personaje. Algo similar pasó con Las elegidas, de manera muy distinta porque evidentemente los chicos no han vivido esa realidad, pero conectaban con cómo es el personaje. De manera natural van aportando sutilezas.

Esta película fue filmada en el norte del país y muestra paisajes que no vemos con tanta frecuencia. ¿Por qué decidiste hacerla en Sonora?

Yo soy de Tijuana, llevo 15 años viviendo en el D.F. y amo esta ciudad pero no me nace filmar en ella. La película es muy referencial, no es autobiográfica pero sí es muy cercana a mi vida así que tenía que ser en el norte. Quería tener a estos personajes desconectados del entorno, quería un sitio en el que estuvieran flotando, donde no echen raíces y no pertenezcan. En Sonora encontré un lugar semi-abandonado. Guaymas es una ciudad que vivió mejores tiempos y está en ruinas, sentía que los paisajes y el entorno funcionaban muy bien para la historia.

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