Filme, Cinema, Animação, Biografia, Josep (2020)
©DRJosep de Aurel

Josep: Ruinas, trazos y recuerdos

Esta es la reseña que ocupó el segundo lugar en el concurso de crítica cinematográfica de My French Film Festival

Escrito por
Carolina González Alvarado
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“Hermanos hombres, dejadme que os cuente cómo ocurrió [...] si he resuelto escribir, después de tantos años, es para poner las cosas en su sitio, y no para vosotros”
Las benévolas. Jonathan Littel

Hablemos de ruinas, de alambradas, de los días que se concatenan unos con otros. Hablemos del polvo dentro de las heridas abiertas, hablemos de nieve sucia, de una lluvia agria que marcha la ropa. Hablemos de cuerpos insomnes que se desangran en la orilla del camino. Hablemos de espinas clavadas en los pies, de cuerdas que se incrustan alrededor de las muñecas, de los gritos que nadie escucha, del silencio que puede rasgarse con las uñas rotas. Hablemos de lo que escapa a la palabra.

No existe decoro, elegancia, ni pulcritud en la tierra donde se extiende la guerra, ese término que alberga tanto dolor, pérdida, odio y olvido. La guerra y el pasado comparten un carácter evasivo. Ambos, en algún sentido, son incomprensibles. Así como el pasado se repliega en la profundidad de la memoria para asaltarnos de improvisto, la guerra invade nuestras vidas hasta orillarnos a los límites de la crueldad. Existe algo inaccesible en el tratamiento del pasado y la guerra, algo intratable en sus momentos críticos. Aunque nos opongamos, el recuerdo irrumpe en el momento más inesperado y nos perturba. A pesar de lo cerradas que sean las filas de la resistencia, la guerra encontrará el momento más oportuno para saltar con potencia contenida e invadirlo todo.

Con frecuencia, se habla del pasado sin suspender el presente e implicando también el futuro. Se recuerda y se narra el pasado a través de un lenguaje que trae consigo imágenes implícitas de lo que alguna vez ocurrió. Este tipo de expresión impone una unidad sobre los fragmentos del recuerdo y ofrece un entramado consolidado por sus nudos y quiebres que nos permite entender, al menos desde la periferia, un acontecimiento como la guerra. Un lenguaje así lo crea Josep Bartolí.

El artista y escritor de origen barcelonés Josep Bartolí, es el personaje histórico que motiva la ópera prima del ilustrador francés Aurel. Josep, incluido en la décimo primera edición de My French Film Festival, es un filme de animación que convierte la biografía del artista en una narrativa visual que entrelaza el acto de recordar con el dibujo, el testimonio con el dolor, la ficción con el pasado histórico y la pérdida de la libertad o de la vida misma, con la empatía.

Por medio de una técnica de animación tradicional que no recurre a herramientas digitales sino a la honestidad del trazo con tinta y la acuarela, Josep de Aurel, representa un momento crítico de la historia conocida como La Retirada: un eufemismo para referirse al desplazamiento, a una estrategia para borrar la identidad y más tarde, desaparecer, a un numeroso grupo de exiliados españoles en territorio francés. En medio del abandono y la soledad, encerrado tras una cerca hecha de alambres de púas, encontramos a Josep Bartolí quien desarrollará una relación de amistad con quizá el más indeseable: Serge, uno de aquellos vigilantes que lo obliga a mantenerse en un constante estado de alerta.

Es interesante notar que el filme construye una narración donde dicho guardia no funciona como la antítesis del artista. Por el contrario, se nos muestra un personaje descolocado, incómodo, que por momentos es un testigo silencioso e impotente ante las atrocidades que cometen sus compatriotas contra los refugiados; en otras situaciones se convierte en una Ismene atemorizada de actuar contra la ley y, en ocasiones, está dispuesto a otorgar lo único que realmente posee en función de conducirse con bondad en un entorno donde la violencia y el abuso de poder rigen la existencia.

La vida de Josep Bartolí es narrada desde la mirada del testigo, de un aparente opuesto; Serge, un guardia, que nos permite seguir la vida dentro de un campo de concentración disfrazado, con ironía cruel, de campo de refugiados. “Prohibido alojar a los refugiados. Prohibido alimentar a los refugiados” —enuncia uno de los personajes del filme— describiendo la inestable y precaria condición de estos: retirados de su nación por orden del régimen franquista, despojados de una vida que ya no pueden reclamar como propia y enmarcados en un entorno que Josep no dejaría de dibujar.

A lo largo de esta obra cinematográfica se muestran los dibujos que realizó Josep durante su estancia en uno de estos campos de concentración en Francia. El dibujo no es únicamente una forma de registrar la realidad sino una estrategia para entenderla. Dibujar el gesto extraviado de un hombre, el intento inútil de una mujer que anhela atravesar el cercado, la ropa renunciando a cubrir un cuerpo excesivamente delgado; para el artista, trazar lo cotidiano se convierte en el único medio que posee para hacer menos insoportable una realidad que se obstina en doblegar a quien se encuentra dentro de ella.

Así como Otto Dix representó a un soldado en transición entre el extravío y la muerte, ahora Josep dibuja con finos trazos, hiere un papel atravesado por paralelas rayas horizontales, mostrando que estos dibujos no son el resultado de una sesión de apacible creación pictórica sino las líneas casi desesperadas de quien se obstina en llevar la crueldad, el dolor y la enfermedad a una imagen que sea legible.

En el contexto del filme, los dibujos de la autoría de Josep Bartolí funcionan como evidencias del pasado; vestigios hechos con carboncillo realizados sobre las hojas de un sencillo cuaderno, que dotan a la narración de una contundente noción de verosimilitud. Es también, a través del dibujo, que el narrador, se desplazará al pasado para, desde un presente que comienza a perder sus contornos, crear la voz ya no del enemigo, sino de aquel que vivió la conmoción de las experiencias que soolo la guerra puede traer consigo.

Josep, el personaje histórico, sobreviviría a siete campos de concentración, sería detenido por la Gestapo y enviado al campo de Dachau del que lograría escapar tras saltar del tren, para después dar otro gran salto que le permitiría llegar a México, donde retomaría la tinta y la pintura. Las Moiras le serán amables al Josep de la historia y al Josep de la pantalla, pues les permitirán encontrar en este país un espacio para crear y más tarde, dialogar con otros artistas como Frida Kahlo, la especial Mara, a quien Silvia Pérez Cruz le presta una voz suave que abraza al artista de la imagen y, por momentos, también al espectador. Sabemos que Josep terminaría sus días en Estados Unidos, con el pincel entre los dientes y el alma atravesada por un pasado tan saturado que solo el arte podría atenuar.

Los acontecimientos históricos presentes en el filme funcionan como puntos de referencia que permiten recrear un pasado tan elusivo y frágil como la voz del narrador: un hombre mayor, enfermo, que comienza a hablar, cual si sospechara que las palabras pronto dejarán de pertenecerle, para reconstruir el pasado por medio de la evocación, sosteniendo el dibujo de un rostro que el propio Josep habría hecho en medio del encierro. Serge, como narrador, despliega el pasado y nos permite observar lo singular: la marca que ha hecho la guerra en el tiempo, representada por los trazos de Josep.

Serge se implica en el devenir temporal de la historia y no se limita a observar acontecimientos ajenos a él, sino que se involucra en ellos a través de la narración, de ese “contar cómo sucedió” ante un escucha joven que metafóricamente es también el espectador. Es así como el director nos hace participes de un mundo donde la imagen adquiere un significado que va más allá de aquello que en apariencia observamos y se convierte en una forma de entender el mundo.

El dibujo, y más aún cuando este implica una relación con el pasado, es un acontecer y en este sentido, se convierte en un horizonte, en un espacio abierto en constante transformación. Al enfrentarse a la tarea de evocar, el narrador se enfrenta al pasado y es aquí donde los acontecimientos le exigen una forma, es aquí donde la imagen sugiere que entre el desastre y lo repugnante, entre el desprecio y la tortura, se abren resquicios donde se esconde la belleza y, también, la posibilidad de construir una amistad que más adelante permitirá conciliar un pasado terrible y traumático con un presente que se imagina más luminoso.

Hacia el final, solo nos queda el silencio, la ausencia materializada en un recuerdo y en la necesidad a veces torturante por no olvidar. Josep nos muestra cómo el pasado siempre busca herederos, espacios que lo alberguen. A veces, en la forma de un museo, otras bajo el disfraz de un sueño, oculto en un dibujo desgastado o esperando a un público atento. Josep nos muestra cómo el pasado busca ahora herederos donde seguir viviendo, donde existir cuando es imposible olvidar.

Josep Dir. Aurel. Francía, España y España, 2020. Voces Sergi López, Emmanuel Vottero y Xavier Serrano. 

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