Los camarones de diamantina
Foto: Cortesía SELF México

Los camarones de diamantina

Con una combinación de waterpolo y coreografías de baile, esta comedia nos lleva directamente a los Gay Games, las olimpiadas LGBT

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Después de arruinar su carrera con un comentario homofóbico en televisión, el campeón mundial de natación —convertido en entrenador— Matthias Le Goff tiene como tarea hacer que el equipo de waterpolo, Los camarones de diamantina, llegue a los Gay Games, que se llevarán a cabo en Croacia. El problema es que esta tarea fue impuesta por la Federación de Natación Francesa e interfiere con el entrenamiento de Matthias para calificar en su la próxima competencia de natación. El atleta termina dividiéndose entre sus metas personales y las de un equipo, que no tiene ninguna intención de esforzarse para ganar y hacerle el camino más sencillo. 

En esta combinación de A league of their own (Penny Marshall, 1992) y Golpe bajo (Robert Aldrich, 1974), la frase “del odio al amor, solo hay un paso” resuena constantemente mientras Matthias se encariña con el equipo y deja atrás su sed por ganar. Lo mismo nos sucede a nosotros al viajar sobre un autobús que nos recuerda a Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (Stephan Elliott, 1994), en donde conocemos las vidas y personalidades de cada miembro del grupo. Estas van más allá de los estereotipos LGBT, riqueza que se debe a la experiencia personal de uno de los directores en un equipo gay real de waterpolo. 

Con esta premisa, los codirectores Cédric Le Gallo (quien hace su debut), y Maxime Govare (La primera vez, Daddy Cool) nos presentan una feeling good movie como otras que ya hemos; un personaje con valores reprochables encuentra el buen camino tras una experiencia que le cambia la vida,como en Un papá genial (Dennis Dugan, 1999) y Un niño grande (Chris Weitz y Paul Weitz, 2002). De esta forma, la cinta nos da una dosis sin receta médica para descansar el alma y elevar el espíritu, mientras nos hace soñar con mundos más inclusivos. 

Pero el remedio no es tan efectivo porque el viaje interior que acompaña esta transformación permanece oculta al espectador. Mientras que cada personaje está dotado de una vida y personalidad realista y creíble, la influencia que ejercen unos sobre otros parece injustificada. Aunque los conflictos están fundados, se resuelven muchas veces con clichés, lo que ocasiona que los momentos de tensión terminen pareciendo más un slime viscoso y blando; las problemáticas que vemos en pantalla se sienten como una serie de oportunidades desperdiciadas para hacernos chiquito el corazón.

Aquellos que andan en búsqueda de serenidad y quieren curar su pesadumbre, probablemente disfruten este largometraje que nos da esperanzas del mundo y nos alegra la mañana (o noche, dependiendo de a qué hora la veas). Quienes necesitan emociones más fuertes, se quedarán con un espacio en el estómago que necesitarán llenar con conflictos más intensos. 

Los camarones de diamantina Dir. Cédric Le Gallo y Maxime Govar. Francia, 2019. Con Nicolas Gob y Alan Lenoir. Estreno: Jueves 22 de octubre.



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